Arte

De cuando el arte empezó a molestar a las abuelas

Un buen día, un tipo francés de apellido Monet se curró un cuadro al que llamó Impresión: sol naciente...

Un buen día, un tipo francés de apellido Monet se curró un cuadro al que llamó Impresión: sol naciente. Además de quedarse a gusto -o eso espero, que si no...- inició, más o menos, una corriente artística llamada Impresionismo. Lo de "más o menos" viene a colación porque en esto del arte nunca se sabe, y las fronteras entre movimientos y tendencias son difusas, y hasta pueden depender en un momento dado del número de pacharanes del crítico o historiador de turno.

El caso es que, para bien o para mal, el termino Impresionista acabó por consolidarse como válido para referirse a un estilo de pintura en que lo importante no era tanto ser fiel al modelo o al paisaje, sino más bien plasmar la "impresión" que dejaba en el artista. Esto no les hizo ninguna gracia a las abuelas de a pie de calle, que les parecía muy bien eso del arte, y tal, pero que más que impresionista les parecía impresentable que los retratos de sus nietos no se les parecieran sólo por que el artista quisiera eso, ser artista.

Abuelas aparte, el impresionismo nos dejó un buen puñado de obras maestras de pintores como el mismo Monet, Manet, Renoir, Degas, Cézanne... que terminaron por definir y encauzar el arte pictórico hacia caminos donde la interpretación personal cada vez fue más influyente. Si no somos abuelas que necesitamos retratos fieles de nuestros nietos, no es mala idea pasarse por una (o ambas) de las exposiciones que se abren en Madrid por estas fechas en torno a este movimiento. De una parte, el Museo Thyssen con la muestra Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh (hasta el 15 de mayo) y la Fundación Mapfre con Impresionistas y postimpresionistas (hasta el 5 de mayo).

Ideales ambas para dejarse impresionar durante unas horas por la belleza, en lugar de por la actualidad,  y cargar los ojos y el alma de impresiones.

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