…Quiero volar, alto, largo, cortando las ondas, blandiendo el corazón, deslizándome entre capa y capa de aire, suavemente, para respirar todo ser vivo, observando su movimiento, ser orgánico, que se despereza y deja ser en su ser, molécula a molécula, unión tras unión, conjunto por conjunto, en trémula conjunción, constante, serena, resplandeciente…
Yo imagino… lo imagino así, torpe e inocentemente. Así y con un millón más de curiosidades, de intenciones, promesas, saberes y estados, de éste y otros mundos. Leonardo Da Vinci era una cajita de sorpresas, un gabinete de curiosidades, que impacta, no sólo por su inteligencia sino por la amplitud de su naturaleza espectral. Escultor, pintor, músico, matemático, ingeniero, arquitecto, científico, inventor, se dejaba fascinar prácticamente por todo, y como era un genio, nada se le resistía.
Nació en 1452, en un pueblo de la Toscana que da apellido a su nombre. Entró como aprendiz en el taller del artista Verrocchio, y a los 20 años ya demostraba su valía y entrega. Guiado por la naturaleza y su simple observación, Leonardo ideó máquinas y artefactos que cobraron vida en lejanos tiempos venideros. Se interesó por la mecánica del agua, la óptica y la luz, la física, la ingeniería –civil y de guerra-, la música, el arte –pintura, escultura, dibujos-, el hombre y su anatomía…
Esta cajita se desvela ahora en la exposición organizada por Canal de Isabel II, “Da Vinci, El Genio”, basándose en la que ya había creado Grande Exhibitions, la Fundación Anthropos y Pascal Cotte. Nada menos que unas 29 instituciones y museos nacionales e internacionales han contribuido con obras que nunca antes se habían expuesto en España.
Para empezar, una película en 3D -muy bien resuelta- sintetiza las claves de la exposición y la figura de Leonardo. Tras ella te esperan las maquetas realizadas según sus bocetos y dibujos –te regocijas como una enana, una a una sin saltarse ninguna-, sus dibujos, las reproducciones de sus pinturas, los secretos de la Mona Lisa, El Hombre de Vitrubio, sus Códices, el proyecto de 7 metros de Francesco Sforza a caballo y el studiolo. Terminas en un rincón gastronómico que marida perfectamente con la exposición donde al fin puedes comentar abiertamente todo lo absorbido.
Descubre a Da Vinci, El Genio, al creador de ideas, el emprendedor nato, tan camaleónico como su inagotable sed de verdad. Todo un futurólogo impertinente.
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