Coges una pieza inmensa de fieltro rojo. Dibujas sobre ella, mil veces, una figura. Recortas después una a una, las mil. Tomas entonces una base y las vas colocando de pie, pegadas unas a otras, dejando que se sujeten entre ellas y permitiendo que describan curvas caprichosas, como una marea humana que camina junta sin rumbo. Te ha salido Arritmia Roja. Debes de ser Gervasio Pérez.
Tras Cemento Armado (1998), Manipulación (2008) y Kimón (2010), el joven asturiano vuelve a su tema recurrente ideando esta pieza que se exhibe ya en el Instituto Cervantes de Sao Paulo, en Brasil.
Si tuviste ocasión de visitar el año pasado su Kimón en la madrileña Galeria E8, estarás familiarizado con esta figura multiplicada por mil en Arritmia Roja. Si no, usaré para describírtela las palabras del crítico José María Rodríguez-Vigil Reguera a propósito de la muestra Collage que Pérez inauguró en septiembre de 2010 en la galería Dasto, en Oviedo. Decía así: "Gervasio Pérez construye un personaje híbrido extrañamente familiar, fruto de la fusión de dos celebérrimas figuras concebidas por Goya (Fusilamientos) y Picasso (Guernica). Emerge entonces la imagen de un mártir de mártires, una iconografía del dolor que concentra en la sencillez de su reconocible silueta todo el horror del hombre moderno ante la crueldad que contemplan sus ojos".
Esta pieza de 2,60 metros de largo, 96 cm de altura y 25 cm de ancho aborda, según el propio autor, "el miedo y el dolor desde una doble perspectiva privada y pública, personal y social. La negación del miedo en las seguras sociedades del bienestar, el colapso contemporáneo ante la aceptación de la vulnerabilidad humana, el rechazo a la incertidumbre vital, la desconfianza sobre las emociones, la doctrina de control total y de dominio sobre lo incontrolable...". Y concluye citando a George Eliot. "El hombre no soporta más que dosis limitadas de realidad".