Classical

I Vow To Thee My Country. Jupiter, The Planets. Gustav Holst

Insertado por el compositor en su obra más relevante, es un himno comúnmente utilizado en las ceremonias de estado británicas.

Desde Purcell, hacía tres siglos que en Inglaterra no había nacido ningún talento compositivo, de modo que, a comienzos del siglo XX en Inglaterra se dio una paradoja: era el país de Europa con la red más extensa de instituciones musicales soportada por músicos venidos del continente. Esta singularidad fue lo que motivó que tradicionalmente se llamase a Inglaterra The land without music.

Aunque de origen sueco, Gustav Holst -nacido en Cheltenham, Gloucestershire- ha pasado a la historia como uno de los compositores del llamado Renacimiento Musical Inglés, un movimiento de principios del siglo XX impulsado por un conjunto de compositores que integraron la herencia inglesa –caracterizada por el abundante uso del folcklore, el cultivo de la música vocal y la inevitable nostalgia por un pasado de gloria y esplendor- con las novedades vanguardistas propias de la época.

Sin embargo, La enorme popularidad alcanzada por una de las sinfonías más conocidas, interpretadas y grabadas del repertorio contemporáneo, The Planets opus 32, no sólo ha ensombrecido al resto de su obra, sino que también ha provocado la asociación de este compositor con un estilo pomposo y grandilocuente que ha hecho que el resto de su innovadora producción haya caído casi en el olvido.

Basada en un poema de 1908 del diplomático Cecil Spring Rice llamado Urbs Dei, en 1921 Holst lo adaptó como una parte de Jupiter de The Planets. Desde entonces, convertido en I Vow to Thee, My Country - Me encomiendo a ti, mi país-, los británicos -muy dados a cantar juntos sin sonrojarse- la utilizan en ocasiones especiales como esta o en ceremonias de estado, como los funerales de Churchill y Thatcher, la boda del Príncipe de Gales con Lady Di, o el funeral de esta última, en consonancia con el estilo pomposo del que hablaba.

I vow to thee my country.

I vow to thee, my country, all earthly things above,
entire and whole and perfect, the service of my love:
the love that asks no question, the love that stands the test,
that lays upon the altar the dearest and the best;
the love that never falters, the love that pays the price,
the love that makes undaunted the final sacrifice.

And there's another country, I've heard of long ago,
most dear to them that love her, most great to them that know;
we may not count her armies, we may not see her King;
her fortress is a faithful heart, her pride is suffering;
and soul by soul and silently her shining bounds increase,
and her ways are ways of gentleness and all her paths are peace.

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