Posiblemente Ludwig van Beethoven (1770-1827) fue un niño prodigio. Al menos así lo presentaba su padre ante el mundillo musical de Bonn. Pero también es posible que no se hubiera convertido en uno de los más grandes músicos de toda la historia si de niño no hubiera estado bajo la protección del organista, compositor y director de orquesta Neefe.
Christian Gottlob Neefe poseía una copia manuscrita, pues aún no había sido publicado, de El clave bien temperado de Johann Sebastian Bach, algo que Beethoven siempre agradecería. La influencia musical de su maestro Neefe queda patente desde sus primeras sonatas, escritas con trece años, en las que exhibe un extraordinario conocimiento de la música contemporánea. Además, ya se pueden reconocer algunos de los rasgos distintivos de su pensamiento musical, como la libertad que se toma respecto a las normas establecidas del género o el desarrollo de numerosas variaciones. Y también se reconoce su espíritu autocrítico y trasgresor. Lo primero motivó que no publicara su primera obra para piano hasta 1795, y lo segundo que no tuviera una buena relación con el maestro Joseph Haydn, que había establecido unas estrictas normas compositivas contra las que el joven Ludwig estaba dispuesto a luchar.
De este modo, la sonata de dos o tres movimientos de Haydn y Mozart, Beethoven la convierte en un trabajo en cuatro movimientos, estableciendo una norma que continuaría vigente hasta el siglo XX. Innovador, la música para piano se convirtió en su campo de experimentación musical donde el compositor expresa su espíritu atormentado, necesitando dar al instrumento un tratamiento sinfónico, lo más parecido a una orquesta, porque a veces un solo instrumento se queda corto para expresar todas las ideas que fluyen por su cabeza.
Una de sus sonatas más famosas es la Sonata Patética en Do menor Op.13, nº 8. Beethoven reconoció que la compuso como una síntesis entre un sentimiento y una pasión, lo objetivo frente a lo subjetivo. Tanto en el alma como en el mundo físico actúan dos fuerzas, ambas igualmente grandes, la fuerza de atracción y la de repulsión, dijo Kant. Dualismo presente en otras obras escritas en la misma tonalidad de Do menor, la tonalidad de las obras más ambiciosas del compositor, como la Quinta Sinfonía y como también ocurre con la Sonata Patética. Es curioso que tenga tan sólo tres movimientos.
Os dejamos con el segundo de ellos, un sencillo y emotivo Adagio cantábile, interpretado por el maestro Tzvi Erez.