Classical

Sinfonía española, op. 21, Intermezzo, Allegro non tropo. Édouard Lalo

Su partitura participa del exotismo hispánico tan de moda en Francia a finales del XIX.

Siguiendo la senda trazada por el músico del diablo Niccolò Paganini, el siglo XIX asistió a una gran eclosión de grandes virtuosos que llevaron hasta límites insospechados las posibilidades de sus instrumentos, en especial el violín y el piano. Entre ellos, destacó el español Pablo Sarasate, cuyo portentoso virtuosismo creo escuela haciendo que muchos compositores le dedicaran sus obras, como la Introducción y rondó caprichoso de Camille Saint-Saëns o la Fantasía escocesa de Max Bruch.

Édouard Lalo fue muy amigo de Pablo Sarasate, a quien también dedicaría obras tan brillantes como la Sinfonía Española o el Concierto para Violín en Fa mayor. Con orquestaciones de inspiración wagneriana y virtuosa escritura, Lalo no habría destacado si Camille Saint-Saëns no hubiese fundado en 1871 la Société Nationale de Musique, sociedad de conciertos a través de la que numerosos compositores pudieron estrenar sus obras orquestales, como es el caso de César Franck, Jules Massenet, Gabriel Fauré y el mismo Édouard Lalo.

La Sinfonía española fue compuesta en 1873 y estrenada el siete de febrero de 1875 en los Conciertos Populares de París, con Sarasate como solista. Su espectacular virtuosismo se aprovecha de una  partitura que participa del exotismo hispánico tan de moda en el país vecino en la década de 1870, cuando lo español –imaginado y tópico- sonaba a exótico, audaz y nuevo a los oídos de los franceses, que sólo un mes más tarde conocerían la Carmen de Bizet. Debería oír el Intermezzo de la Sinfonía española de Lalo de la mano de la virtuosa violinista albana Adelina Hasani.

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