El 30 de julio de 1829, Mendelssohn escribía desde Escocia…fuimos, al atardecer, al palacio de Holyrood donde vivió y amó la reina María. Hay un pequeño cuarto al que se llega por una escalera de caracol. Por ahí es por donde subieron y hallaron a Rizzio en el cuartito, lo sacaron arrastrando y, tres habitaciones más allá, en un oscuro rincón, lo mataron. La capilla adjunta ya no tiene techo y la hierba y la hiedra crecen en ella. Ante su estropeado altar, María fue coronada reina de Escocia. Todo está arruinado y lleno de moho, y se filtra la luz del sol. Creo que hoy hallé aquí el inicio de mi Sinfonía Escocesa.
Al igual que otros muchos músicos, Félix Mendelssohn (1809-1847) era muy aficionado a los viajes y, a pesar de morir joven, sabemos que el compositor alemán pudo visitar Londres, París Escocia, Italia y Suiza. El impacto de algunos de estos viajes puede rastrearse directamente en sus composiciones, entre las que pueden citarse la obertura Las Hébridas, su Cuarta sinfonía, Italiana o su Tercera, Escocesa.
Ese mismo día que visitó el palacio de Holyrood, Mendelssohn anotó los primeros compases del primer movimiento de su Sinfonía nº 3, Escocesa. Durante el viaje a Italia del año siguiente, el compositor también trabajó en la Escocesa mientras se inspiraba para la Sinfonía Italiana. Sin embargo, habrían de pasar doce años antes de que la partitura estuviera terminada. La sinfonía escocesa fue estrenada finalmente el 3 de marzo de 1842 dirigiendo el mismo a la famosa Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig.