En 1761, Joseph Haydn entró al servicio de una de las familias aristocráticas más importantes del Imperio Austrohúngaro, los Esterházy. La corte de los Esterházy pasaba el invierno en Viena y el verano en uno de sus dos de sus palacios, uno de ellos en Hungría, la Eszterháza frecuentemente llamado el Versalles húngaro, hacia donde se trasladaban con una nutrida orquesta de excepcionales músicos y cantantes con Haydn a la cabeza.
A diferencia de Haendel, Mozart o Vivaldi, Haydn tenía un sueldo. Eso le permitió desarrollar sus capacidades como compositor de sinfonías, música de cámara, música sacra y ópera con extraordinaria libertad. Y sobre todo, estaba al servicio de un mecenas permisivo que le dejaba hacer mientras cumpliera con sus responsabilidades contractuales, entre las que se encontraban, dirigir la orquesta, escribir música para diversas ocasiones, interpretar música de cámara –incluso con miembros de la familia y preparar el montaje necesario de las óperas que había que representar, tanto para ocasiones especiales como para entretenimiento cotidiano de la familia. Gracias a todo ese tiempo y dedicación, Haydn pudo impulsar y consolidar las formas definitivas de dos géneros instrumentales que dominaron durante el clasicismo y todo el siglo XIX y lo han situado en el Olimpo de los músicos como Padre de la sonata y de la sinfonía.
Entre las más de 800 obras catalogadas de Haydn –entre ellas, 104 sinfonías- hay 15 óperas. Una de ellas es II mondo della luna compuesta en 1777 con motivo de la boda del Príncipe Nikolaus con la Condesa Anna Maria Weissenwolf. El libreto de Carlo Goldoni narra las maniobras de un charlatán disfrazado de astrólogo para embaucar a un confiado rico y convencerlo de que ha sido transportado a la luna, ridiculizando así la supersticiosa ignorancia y la hipocresía de un mundo antípoda al ideal regido por un soberano ilustrado.
Su contribución al género lírico no es comparable a la de Haendel, Mozart o Gluck, pero, como toda su música, merece estar entre lo mejor de la ópera del siglo XVIII. No obstante, sus obras más representativas - Lo speziale, Armida, L’isola disabitata e Il mondo della luna- raramente se representan en la actualidad.
Patricia Petibon canta el aria Ragion nell'alma siede, así de bien:
Ragion nell'alma siede
regina dei pensieri,
ma si disarma e cede
se la combatte amor.
E amor, se occupa il trono,
di re si fa tiranno,
e sia tributo o dono,
vuol tutto il nostro cor.
El juicio que reside en el alma
reina sobre el pensamiento,
pero se da por vencido y cede
si lucha contra el amor.
Y amor, ocupando el trono,
de rey se convierte en tirano,
y sea como tributo o como regalo
requiere todo nuestro corazón.