Il preste rosso, como se le conoce por su condición de sacerdote y pelirrojo, fue contratado en septiembre de 1703 como maestro de violín del Ospedale della Pietà de su Venecia natal, una de las cuatro instituciones venecianas dedicadas en aquel tiempo a acoger y educar a niñas huérfanas, poniendo especial atención en la preparación de aquellas que mostraban aptitudes para la música. Les enseñaba violín, pero también se encargaba del entrenamiento instrumental y vocal de las jóvenes, de la selección, compra y mantenimiento de los instrumentos y de la composición de numerosas piezas para ser ejecutadas por sus pupilas. De ahí surgieron muchos de los conciertos que Vivaldi escribió, muchos de ellos dedicados a algunas de sus propias alumnas.
Los conciertos más interesantes para violín de Antonio Vivaldi son aquellos que el compositor reunió en las cuatro colecciones tituladas Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, La cetra, L’estro armonico y La stravaganza. El título de la primera colección se traduce como El enfrentamiento entre la armonía y la invención, un título con el que Vivaldi manifestaba su intención de hallar un equilibrio entre la armonía -las reglas de la estructura musical- y la invención -la libre expresión creativa-. Armonía e Invención, Razón frente a Imaginación, Conciertos profanos escritos por un cura, no eran más que pruebas de la riqueza cultural de una ciudad en decadencia acostumbrada a contrastes de todo tipo. Los conciertos de esta serie son doce, y los cuatro primeros son los famosos conciertos conocidos como Las cuatro estaciones.
Las cuatro estaciones son los conciertos para violín más famosos del mundo. Son muy atractivos y sugerentes, y representan lo mejor de la música programática barroca, época en la que los compositores frecuentemente recurrían al simbolismo musical y a las imitaciones de la naturaleza. Pero lo de Vivaldi va más allá de una simple descripción de la naturaleza, pues no la imita, sino que intenta captar -y capta- los sentimientos e impresiones que nos produce. Cada concierto está precedido por un soneto –de autoría desconocida, aunque se intuye que pudieron ser escritos por el propio compositor- que describe con precisión una serie de imágenes, paisajes, sonidos y sentimientos asociados con distintos momentos de cada una de las cuatro estaciones.
En los cuatro conciertos que forman Las cuatro estaciones Vivaldi sigue en el modelo del concierto barroco típico a la italiana, en el que dos movimientos rápidos enmarcan a un movimiento lento.
Hoy es 22 de marzo y ayer...
Llegó la primavera y jubilosas
la saludan las aves con alegre canto,
en tanto que las fuentes, con los soplos de los céfiros,
discurren con dulce murmullo.
Vienen cubriendo el aire con negro manto
los relámpagos y los truenos a anunuciarla,
electos; después, al callar éstos, los pajarillos
vuelven de nuevo a su sonoro encanto.
Y después, sobre el florido, ameno prado,
al caro murmullo de frondas y plantas,
duerme el cabrero con el perro fiel a su lado.
Con el festivo son de la pastoril siringa
bailan Ninfa y Pastor bajo el amado techo
de la primavera en su brillante aparecer.