En el Ospedale de la Pietá, el prette rosso escribió para una gran variedad de instrumentos, convirtiéndose en el rey del concierto instrumental barroco, un género que más tarde alcanzó su perfección clásica con Mozart y Beethoven y alcanzó la cima con las obras románticas de autores como Paganini, Brahms y Tchaikovsky. Por cierto, este último llegó a decir que Vivaldi jamás había escrito quinientos conciertos, sino quinientas veces el mismo concierto.
En 1725 escribió Il cimento dell’armonia e dell’invenzione -La lucha de la armonía y de la invención-, una recopilación de 12 conciertos para violín, siendo Las Cuatro Estaciones los cuatro primeros. Armonía e Invención; Razón frente a Imaginación. Conciertos profanos escritos por un cura. En Verano ya hablamos de los contrastes venecianos en los cuatro conciertos que desde mediados del siglo pasado son los más populares del mundo. Y de más cosas.
Gracia, virtuosismo, ritmo y energía que acompañan a un soneto relacionado con esta estación del año.
Celebra el aldeano con bailes y canciones
el hermoso placer de la bella cosecha
y del licor de Baco tanto trasiega
que sus goces acaban con el sueño.
Hace que todo el mundo huelgue y baile y cante;
el aire templado que da tanto placer
y la estación que tanto y tanto invita
al hermoso goce de un dulcísimo sueño.
Los cazadores, al llegar el alba, para la caza
con cuernos, escopetas y perros salen fuera.
Huye la fiera y siguen su rastro.
Ya cansada y asustada por el gran estruendo
de escopetas y perros, amenaza herida,
fatigada de huir, pero muere oprimida.