En su corta vida, Purcell compuso tanto música instrumental como para voz, llegando a componer más de 150 obras sacras además de otras 100 canciones laicas, 40 piezas de música de cámara, cuatro semióperas, 25 odas y canciones de bienvenida y 150 piezas para más de 40 obras teatrales, además de Dido y Eneas, su única ópera. Es a partir de 1680, con el auge de la música italiana cuya influencia pudo conocer a través de su maestro Matteis, cuando Henry Purcell, de cuya vida privada se poseen escasos detalles, aparece en la historia como el mas brillante autor de la Inglaterra de la época, insigne compositor, el deleite de la nación. ¡O Solitude, my sweetest choice! - ¡Oh, soledad, mi más dulce elección! - es una de esas más de cien canciones laicas compuestas por el polifacético y prolífico Henry Purcell.
Purcell compuso ¡O Solitude, my sweetest choice! en 1685 adaptando unas estrofas de los versos del poema La Solitude, del autor francés Antoine Girard de Saint-Amant, traducidos al inglés por la poetisa y traductora galesa Katherine Philips. Dada la imposibilidad de las mujeres a participar en la actividad artística y literaria de la época, Philips participó en la creación de La sociedad de la amistad, circulo literario compuesto inicialmente por mujeres nacido a la sombra del culto neoplatónico al amor traido desde Francia por la reina Enriqueta María, esposa de Carlos I de Inglaterra. Allí de manera encubierta y bajo el pseudónimo de Orinda dio rienda suelta al sentir y las aspiraciones intelectuales de una mujer, culta y casada a los dieciséis años con un parlamentario maduro treintaiseis años mayor que ella. No todas las mujeres se conformaban con ser simples espectadoras de sus propias vidas y ya desde muy pronto se encuentran autoras, como Philips, que quieren decir lo que piensan. Por ejemplo, aplicando en muchos de sus poemas el lenguaje convencional del amor cortés para la amistad entre mujeres, aún a sabiendas de los grandes riesgos que corren.
Dueña de una poesía refinada y elegante, en su época Katherine Philips fue considerada la poetisa ideal por su modestia a la hora de elegir los temas, en contraposición a la figura también destacada de Aphra Behn, la primera mujer en ganarse la vida escribiendo, autora de la obra Abdelazer o La Venganza del Moro, a la que el propio Henry Purcell puso música, y considerada por no pocos críticos como demasiado exótica y vulgar. Dos estilos diferentes que no establecieron ni Philips ni Behn, pero que si lo hicieron las escritoras que a finales del siglo XVII y principios del XVIII para inscribir su obra en una de las dos tradiciones. En la línea del saludado tras su muerte como Orfeo británico, con una escritura refinada, vaporosa y siempre luminosa, con aire melodramático en la forma, pero optimista en el fondo, ¡O Solitude, my sweetest choice! Con un bello texto que dice:
¡O solitude, my sweetest choice!
Places devoted to the night,
Remote from tumult and from noise,
How ye my restless thoughts delight!
¡O solitude, my sweetest choice!
¡O Heav’ns! what content is mine
To see these trees, which have appear'd
From the nativity of time,
And which all ages have rever'd,
To look today as fresh and green
As when their beauties first were seen.
O, how agreeable a sight
These hanging mountains do appear,
Which th' unhappy would invite
To finish all their sorrows here,
When their hard fate makes them endure
Such woes as only death can cure.
¡O, how I solitude adore!
That element of noblest wit,
Where I have learnt Apollo's lore,
Without the pains to study it.
For thy sake I in love am grown
With what thy fancy does pursue;
But when I think upon my own,
I hate it for that reason too,
Because it needs must hinder me
From seeing and from serving thee.
¡O solitude, O how I solitude adore!