Rock

Muy lejos de aquí. Lapido

Le llaman “El Maestro”. También le llaman “El Poeta Eléctrico”. Él es, simplemente, Lapido. José Ignacio Lapido. Y eso es mucho.

No puede ser más “granaino”. Por nacimiento, un 26 de junio de 1962 en algún lugar a los pies del Albaicín;  por planta y hechuras; y por talante y carácter. Ese carácter forjado a golpes por un sentido del humor descarnado y negro, por un conformismo descreído e insolente, por una visión de la vida desgarradora y bella. “Malafollá”, despectivamente lo llaman aquellos que no ven lo que hay detrás: poesía y escepticismo. Lapido es muy lorquiano. Lo ha sido siempre, desde sus tiempos mozos en los que el punk y el rock hicieron mella en él. Sus canciones, cuando militaba en los míticos 091, allá por los 80, ya tenían de fondo ese telón oscuro eterno sobre los que se dibujaban historias diferentes. No eran las clásicas historias de urgencias y pasiones juveniles. Había más, había peligros que se enfrentaban solitarios ante sus personajes. La vida, las dudas, las contradicciones, la luz y la noche interior. De aquella época, entre 1981 y 1996, quedan siete discos y una leyenda, la de su carrera y en especial la del concierto de despedida. No cabía esperar otra cosa de un grupo pasional y sólido que repartía emociones a raudales en cada cita con sus seguidores. El cierre tenía que ser un legado, un momento épico y memorable. Y lo fue.

Hasta entonces, José Ignacio Lapido se había conformado con escribir canciones, ¡qué canciones!, y tocar la guitarra, ¡qué manera de tocar la guitarra! Pero a partir de ese momento, si quería seguir con la música, su pasión y posiblemente su necesidad, tendría que dar un paso al frente y cantar. No le quedaba otra. Y aunque no es un gran vocalista, sí es un tipo listo y, como muchos otros han hecho antes, ha sabido explotar sus virtudes. Tiene muchas: concepción musical, rodearse de buenos músicos, liderar una banda, su maestría con la guitarra... pero sobre todo sus canciones y su fe ellas.

Si le preguntas, él te dirá que componer le supone un trabajo ímprobo, casi torturador. Pero luego, si ves los resultados..., amigo, ahí hay un talento descomunal. Sus canciones remueven intestinos y estrujan los corazones. Te rompen, no sabes a donde mirar. El tiempo, siempre presente, discurre de forma distinta. Como con la cerradura de Cortázar, el mundo, la vida, se mueve, cambia de lugar.

En solitario, José Ignacio Lapido tiene ya siete discos. El último, por ahora, se titula “Formas de Matar el Tiempo” y es sencillamente demoledor. Una buena muestra es la canción “Muy lejos de aquí”.

Está claro que yo admiro su talento y su genio, pero no soy el único. En la lista también están Amaral, Quique González, Miguel Ríos, Mikel Erentxun, M-Clan, Amparanoia... Su ciudad le eligió entre los 100 granadinos más importantes del siglo XX. Un tipo cabal al que también se le puede seguir por sus escritos en el diario Granada Hoy.

 

Desde un lugar entre la realidad y el sueño
a punto de partir,
fuera del mapa, fuera del tiempo,
me voy muy lejos de aquí.

Perfeccionándome en el arte del silencio,
sin nada más que decir.
Tal vez dormido, tal vez despierto,
me voy muy lejos de aquí.

Un viejo tren abandonado en vía muerta
nos espera a ti y a mí.
Somos sonámbulos en noche de tormenta,
iremos muy lejos de aquí.

Entre la niebla seguiré ese sendero
donde te perdí,
con mis errores, a modo de amuletos,
me voy muy lejos de aquí.

Un viejo tren abandonado en vía muerta
nos espera a ti y a mí.
Somos sonámbulos en noche de tormenta,
iremos muy lejos de aquí.

Un viejo tren abandonado en vía muerta
nos espera a ti y a mí.
Somos sonámbulos en noche de tormenta,
iremos muy lejos de aquí.

Donde se unen las líneas paralelas,
donde nunca se ve el fin.
Otros combates, otras trincheras,
iremos muy lejos de aquí,
iremos muy lejos de aquí.

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