Classical

Marcha Rakoczy. La condenación de Fausto. Héctor Berlioz

Una leyenda dramática trasladada a la llanura húngara.

En el siglo XIX, Austria y Hungría se hallaban políticamente unidas bajo la poderosa dinastía de los Habsburgo formando un imperio, el Imperio Austrohúngaro con capital en Viena. Sin embargo, las relaciones de ambos pueblos estaban muy lejos de ser equidistantes con el poder vienés. Sometido por los austriacos, el orgulloso pueblo húngaro se hallaba decididos a encontrar diversas y novedosas formas de mantener su identidad nacional.

Así nacieron los kuruc, partisanos de la baja nobleza magiar que, además de luchar contra el imperio, se encargaron de conservar el patrimonio cultural húngaro. Entre este se encontraba la música popular tocada con violín, cymbalom y taragota, aunque ya por aquel entonces también contenía elementos musicales del barroco y rococó de la Europa central. Aunque no está del todo confirmado, se dice que la Canción de Rakoczy tuvo su origen en la música de los libertarios kuruc, un himno patriótico húngaro sobre cuya melodía original compuso Héctor Berlioz la famosa Marcha Rakoczy, también conocida como Marcha húngara, el fragmento más conocido de La condenación de Fausto.

Insatisfecho con su obra Las ocho escenas de Fausto, Berlioz habría destruido todas las copias, aunque conservó algunas ideas que más tarde incorporaría a su famosa La condenación de Fausto, obra que compuso entre 1845 y 1846 durante una extensa gira de conciertos por Austria, Hungría, Bohemia y Silesia. Si, precisamente el Imperio Austrohúngaro, de cuyo folklore recogería ideas y melodías como esta.

La leyenda dramática La condenación de Fausto no suele interpretarse completa en las salas de concierto, siendo la célebre Marcha Rakoczy el fragmento más interpretada. Por lo demás, sabemos por Goethe que el existencialista doctor Fausto fue tentado por el diablo con los placeres de la carne -entre ellos la conquista de la inalcanzable Margarita- por lo que no dudó en venderle su alma, acción dramática que el genial compositor francés nos sitúa en la llanura húngara. Después de cinco actos, Fausto debe pagar su deuda en los infiernos. Nada que no sepamos de cómo se las gasta Mefistófeles.

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