Al final de sus días, coincidentes con un periodo crítico para Atenas en la Guerra del Peloponeso, Eurípides compuso dos tragedias centradas en Ifigenia, Ifigenia entre los Tauros e Ifigenia en Áulide. La historia comienza en un momento inmediatamente anterior a la guerra de Troya en el puerto beocio de Áulide, donde las tropas griegas se hallan concentradas porque la ausencia de viento les impide zarpar. Consultado el adivino Calcante, les comunica que la diosa Ártemis exige el sacrificio de una doncella, Ifigenia, hija de Agamenón, que muy a su pesar aunque sin dudarlo, hace venir a la joven con el pretexto de casarla con Aquiles. Cuando la joven e inocente Ifigenia y su madre Clitemestra descubren con horror el engaño, de nada les sirven los ruegos ni los intentos del joven Aquiles para ayudarlas, es conducida al altar del sacrificio. Pero en el último momento la diosa Ártemis se compadece de la doncella inocente y la reemplaza por una cierva como víctima en el altar, mientras que se lleva a Ifigenia a uno de sus templos en un país lejano y salvaje, la Táurica localizada en la costa de la actual Crimea, condenada al papel de sacerdotisa de sacrificios humanos. Aquí acaba el mito y comienza Ifigenia entre los tauros de Eurípides, una tragedia en la que la situación de Ifigenia se ha invertido por culpa de la crueldad de su padre y de los dioses que manejan a los humanos a su capricho: ella, la mujer indefensa que iba a ser inmolada por los hombres, ahora es la encargada de inmolarlos.
El compositor Christoph W. Gluck se movió en el ambiente ilustrado de la generación que desarrollaría los ideales burgueses de Ilustración y la Revolución francesa, la que gustaba de la sensibilidad de las pinturas de Chardin, Greuze y David, la misma que habían leído Las desventuras del joven Werther de Goethe y La joven Eloísa de Rousseau. Sensibilidad y valores éticos y estéticos que, al igual que Eurípides veintitrés siglos atrás, ensalzaban el valor de la mujer que pasa de ser un objeto decorativo a la heroína libertadora, su Ifigenia y la de Eurípides, la mujer que se enfrenta a la voluntad de los dioses y de los hombres. Para traducir todas estas nuevas ideas al lenguaje de la ópera y reconducir el género lírico siguiendo el ideal de noble sencillez y una serena grandeza definido por el teórico del arte Winckelmann, Gluck halló una vía que describe en el prefacio de su segunda ópera de reforma, Alceste: Cuando me puse a escribir la música para Alceste, resolví en diferir enteramente de todo abuso, introducido tanto por la errónea vanidad de los cantantes como por la exagerada complacencia de los compositores, que han desfigurado sobremanera la ópera italiana y han hecho de los más espléndidos y bellos espectáculos los más ridículos y tediosos entretenimientos.
Ifigenia entre los tauros fue estrenada en Viena en 1767, pero no fue hasta su estreno en París en 1776, en una versión revisada en profundidad, cuando alcanzó un enorme éxito. No es casualidad que las óperas reformistas de Gluck triunfaran en Francia, un país donde a través de la tragédie lyrique de Lully o Rameau se pueden encontrar precedentes de los cambios radicales postulados por Gluck, una isla dentro del océano de influencia operística italiana y el lugar donde se formó el ideal burgués que llevaría a la Revolución Francesa.