Classical

Maddalena ai piedi di Cristo, Voglio piangere. A. Caldara

El libreto introduce dos personajes alegóricos para dramatizar el texto bíblico.

El veneciano Antonio Caldara (1670-1736) fue un compositor excepcional en una época dominada por músicos excepcionales. El número de obras que compuso es abrumadora. Más de ochenta óperas, un centenar de adaptaciones de textos litúrgicos, una gran variedad de obras litúrgicas menores, así como más de doscientas cantatas profanas, al menos cincuenta piezas de música instrumental y cuarenta y cuatro oratorios, -hay probablemente más que se han perdido-, escrito para los clientes en su Venecia natal, Roma, Florencia, Mantua y Viena, de los que el excelente Maddalena ai piedi di Cristo es el tercero que compuso.

Compuesto alrededor de 1700 en Roma, Maddalena ai piedi di Cristo es una de sus primeras obras. El libreto firmado por Lodovici Forni es una bella versión del episodio registrado en los evangelios de Lucas 7 y Juan 11-12. Pero para introducir el efecto dramático, Forni introdujo dos personajes alegóricos, el Amor Terrenal y el Amor Celestial, que no son más que las representaciones del bien y del mal en el combate por el alma inquebrantable de la Magdalena, cuya indecisión y angustia antes de tomar la decisión de cambiar radicalmente de vida, es ciertamente conmovedora, aunque no se refleja en realidad en el relato bíblico.

Su belleza melódica, sus magníficas coloraciones, su tratamiento comprensivo de un drama psicológico demasiado humano, alcanza una asombrosa intensidad que nos recuerda al Stabat Mater de Vivaldi o de Pergolesi. La música es convencional para la época, desarrollándose a través de una sucesión de recitativos y arias -las joyas de la corona de la música vocal-, teniendo todas la estructura da capo, como por ejemplo este Voglio piangere cuyo texto dice,

Voglio piangere
sin che frangire
possa il nodo che mi lega.

Sempre el cielo
apparve amico
a’ desiri, a’ sospiri
d’un alma che prega.
 
Me dan ganas de llorar
hasta que se rompe
el nudo que me ata.

El cielo siempre
da la bienvenida
a los deseos y suspiros
de un alma que ora.

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