Nacido en 1857, a Edward Elgar se le conoce bien por sus Marchas de Pompa y Circunstancia, por sus Variaciones Enigma, sus sinfonías y conciertos que unen su nombre y su estilo, no sin razón, al imperialismo británico. Es cierto que el público británico consideró a Elgar el más grande de los compositores de la era victoriana, el mejor ejemplo de una época en la que la cuarta parte del mundo estaba bajo pabellón de la Union Jack.
Sin embargo, Edward Elgar compuso durante toda su vida una gran variedad de formas musicales. Además de sus tres sinfonías, sus conciertos, sus Marchas de pompa y circunstancia y sus Variaciones Enigma, posee una muy meritoria y recomendable colección de canciones populares, miniaturas, algunos oratorios, sin olvidar su tardía música de cámara. Con escasa educación musical formal, Elgar irrumpió en la escena con un estilo menos académico que sus antecesores, más intuitivo e inspirado en la cultura y el paisaje de su país. Aunque, a diferencia de otros compatriotas suyos, no utilizó el folklore ni se inspiró en Renacimiento para consolidar un estilo nacionalista con un lenguaje decididamente personal.
Entre las miniaturas concertantes de Elgar se encuentra La Capricieuse para violín y piano, Op. 17 que junto a la famosísima Salut d’Amour pertenecen a la primera etapa de la vida de Elgar, es decir, anterior al éxito que marcaron sus Variaciones Enigma en 1899. Qué mejor que escuchéis La Capricieuse de Elgar con el violín Shapiro fabricado en 1698 por Pietro Giovanni Guarneri, también conocido como Pietro di Mantua por la ciudad donde vivió este miembro de la conocidísima familia de fabricantes de instrumentos de cuerda.