El saxofonista, clarinetista y compositor Shabaka Hutchings junto a los baterías Sebastian Rochford y Tom Skinner y a Theon Cross, que es quien toca la tuba, son los componentes de Sons of Kemet, una de las formaciones más originales de la actual escena jazzística británica. Tienen la fuerza visceral de un grupo de rock, la sensualidad de una banda de ska y una percusión que le proporciona ciertas raíces étnicas de no se sabe muy bien qué procedencia. En su sonido es fácil descubrir también una impresionante libertad de actuación y de pensamiento propia de estilos como el bebop o el descaro del hip hop. Tal vez habría que inventarse alguna etiqueta nueva para ellos, algo así como hip bop. En cualquier caso, su propuesta es tan diferente que sorprende. Y también es tan arriesgada que a veces puede descolocar al oyente. Para que esto no ocurra hay que acudir a la música de Sons of Kemet con la mente muy abierta.
El grupo se formó en Londres en 2011 con una formación ya de por sí algo “extraña”: clarinete, tuba y dos baterías. Por si fuera poco, hay un gran componente de fascinación por la antigua cultura egipcia, desde el nombre del grupo, Sons Of Kemet (Kemet, la tierra negra, que es como los antiguos egipcios llamaban a su país), al apodo de su líder, Shabaka, que fue un faraón y filósofo de Nubia de unos 700 años antes de Cristo. Además en su sonido siempre ha habido hueco para el jazz (por supuesto), el rock, la música africana y el folk del Caribe y su música se ha colado en las salas de arte más formales, en sudorosos clubs de baile y conciertos y en festivales internacionales.
Cuando en septiembre de 2013 Sons Of Kemet publicó su primer álbum, “Burn”, la banda ya había realizado un puñado de incendiarias actuaciones que le habían granjeado la admiración y el respeto de público y crítica, además de la simpatía de otros músicos y de personas relacionadas con el mundo del espectáculo. Su disco de debut apareció en numerosas listas entre lo mejor del año y el grupo se llevó el trofeo MOBO Best Jazz.
Dos años más tarde y con la ayuda del productor Seb Rochford, Sons Of Kemet entraron en los estudios Fish Factory de Londres para registrar su segundo álbum “Let´s We Forget What We Came Here To Do”, que salió al mercado con la llegada del otoño. En él, de nuevo la libertad creativa de Sons Of Kemet acaba con las fronteras y los prejuicios. Música de jazz que se pasea por África y el Caribe, que no se detiene en barreras de estilos ni de instrumentos y buscan inspiración en la literatura, como en el caso de la pieza “In The Castle Of My Skin”, así titulada por la novela publicada en 1953 por el escritor de Barbados George Butler sobre la identidad postcolonial.
Rodado en Johannesburgo, el videoclip de “In The Castle Of My Skin” ha sido brillantemente dirigido por Lebogang Rosethaba, quien ha reunido el moderno jazz de Sons Of Kemet con una danza tradicional sudafricana llamada Pantsula. A través de las imágenes se nos muestra a los bailarines de la Indigenous Dance Academy, dirigidos por el coreógrafo Jarrel Mathebula, vestidos como si fueran los elegantes miembros de una orquesta y realizando un descarado ejercicio de contraste entre el aparentemente caótico y energético baile Pantsula y el sofisticado control de una orquesta. El resultado final es una vibrante dosis de alegría y emoción y la demostración de que dos conceptos tan aparentemente distantes como el post jazz de Sons Of Kemet y una milenaria danza tribal pueden terminar encontrándose.
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