El gusto italiano y el gusto francés han compartido durante mucho tiempo la República de la Música; por mi parte, siempre he estimado las cosas que lo merecían, sin distinción de autor ni de nación, y las primeras sonatas que aparecieron en París hace más de treinta años y que me motivaron inmediatamente a componer, no hicieron ningún daño a mi espíritu, ni a las obras del señor Lully, ni a las de mis ancestros, que siempre serán más admirables que imitables.
Nacido en París, François Couperin era miembro de una ilustre familia de músicos. Pese a alcanzar los más altos cargos musicales de la corte de Versalles y ser uno de los pilares, junto con Jean-Philippe Rameau, de la música barroca francesa, admiraba intensamente a Corelli y publicó sus primeras triosonatas bajo un pseudónimo italiano. Nadie mejor que él para explicarnos el porqué de esa decisión publicada en su Confesión del autor al público:
Yo quería componer sonatas. Estaba encantado con las del Signor Corelli. Amaré sus obras mientras viva tanto como amo las obras francesas de M. Lully. Había escrito unas cuantas y estaba en una encrucijada porque sabía de la desconfianza de los franceses por las novedades musicales extranjeras. Entonces, fabulé una historia. Hice correr el rumor de que un pariente mío, al servicio del rey de Cerdeña, me había enviado una sonata para trío de Francesco Pernucio, un joven y muy talentoso compositor italiano. Tocamos en público la obra de Pernucio y fue escuchada con avidez. Aquellos que no estuvieron en la ocasión me hicieron llegar sus pedidos solicitándome la partitura. Escribí algunas más hasta que, por fin, decidí terminar con la falsedad y mi propio nombre y apellido suplantaron al de Francesco Pernucio. Nadie se había dado cuenta de que el pseudónimo provenía de una traducción y un juego de letras de mis propios nombres.
En 1726 publicó Las Naciones, una colección de cuatro obras, La Francesa, La Española, La Imperial y La Piamontesa. Están constituidas por una sonata a la italiana que hace de introducción a una suite de danzas a la manera francesa. Es un ejemplo de lo en la Apoteosis compuesto para la inmortal memoria del incomparable señor Lully -publicada el año anterior- había llamado Les Gôuts réunis, -los gustos reunidos-. Es decir, la adopción de lo mejor de los estilos de su época, el italiano y el francés.