Classical

Cuarteto Americano, 3er mov. Antonín Dvorak

Entre 1892 y 1895 Dvorak fue director del Conservatorio Nacional de Música de Nueva York.

A diferencia del polémico Smetana, fundador de la escuela musical checa, Dvorak fue un hombre llano de carácter bondadoso que gozaba de las simpatías de todo el mundo. También, a diferencia de Smetana, Dvorak cultivó todos los géneros y lo hizo con prodigalidad. Frente a los dos solitarios cuartetos de cuerda de Smetana de su época final -uno de ellos sin terminar-, Dvořák compuso catorce, además de otras muchas piezas de cámara, tríos, cuartetos con piano, además de varios poemas sinfónicos y nueve soberbias sinfonías.

En 1885, la millonaria y filántropa señora Thurber fundó el Conservatorio Nacional de Música de Nueva York y pensó en alguien que se hiciera cargo de la institución, alguien que, teniendo en cuenta la ausencia de una tradición musical clásica norteamericana, sólo podía venir de la vieja Europa. Y eligieron a un compositor nacionalista con la capacidad de volcar sus raíces y sentimientos en la música. Para entonces, Dvorak se hallaba en la cima de su fama y gozaba de gran prestigio no sólo en su amada Bohemia natal, sino también en toda la Europa continental y de forma muy especial en Inglaterra, donde en 1888 había sido nombrado doctor honoris causa por Cambridge. Pero no pudo rechazar la oferta económica. Su estancia en Estados Unidos fue una de sus etapas más fecundas de Dvorak, produciendo la Sonatina para violín, una Suite para piano, sus diez Leyendas bíblicas, el Quinteto de cuerdas Op. 97, Concierto para violoncelo Op. 104, la famosísima Novena Sinfonía y el Cuarteto Op. 96 llamado Americano.

En el Cuarteto Americano Dvorak se deja inspirar por una música que no es la de su tierra, del mismo modo que otros hicieron antes respondiendo a un estímulo exótico, como el concierto italiano de Bach, la marcha turca de Mozart, las polonesas de Schubert, o las sinfonías italianas y escocesas de Mendelssohn. El Americano es es una síntesis tan rica como difícil entre lo nuevo y lo viejo, entre Norteamerica y Europa. Como la Sinfonía del Nuevo Mundo, en cuarteto, una obra que mira a las formas clásicas y academicistas centroeuropeas mientras utiliza el folclore amerindio y negro norteamericanos. Para algunos se percibe la música india y la música negra; para otros es música checa pura, y para los expertos, es precisamente todo eso lo que le da universalidad a su lenguaje. En todos tiene un efecto inmediato y gusta a la primera que es lo que importa.

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