Johan Nepomuk Hummel nació en 1778 en Bratislava, ciudad que hasta 1919 se llamó Presburgo y formó parte del Imperio Austro-húngaro gobernado por la monarquía de los Habsburgo. A a los diez años ya era uno de esos niños prodigios que tocaban de forma virtuosa el violín y el piano, y con quince estudiaba con los mejores, Alberchtsberger, Salieri, Haydn. Su vasta producción, -entre la que cabe destacar un Te Deum, dos Salves, varias Misas y una gran colección de piezas para piano solo o concertante- y su Tratado sobre el arte del Pianoforte –con el que modificó para siempre la técnica pianística- hizo que durante mucho tiempo se considerase a este hoy ignorado compositor parte de la Divina Trinidad de la música universal, junto con Haydn y Mozart, e incluso por delante de Beethoven, con quien durante mucho tiempo mantuvo una buena amistad tan sólo interrumpida por su matrimonio con una pretendida por el sordo de Bonn.
Johan Nepomuk Hummel compuso su Concierto en Mi Mayor para Trompeta el 8 de diciembre de 1803 para ser interpretado por la misma persona que Haydn había pensado para su concierto de trompeta, el trompetista Anton Weidinger, miembro del cuerpo de trompetistas del Teatro y la Corte Imperial de Austria. Como no podía ser de otro modo, fue estrenado el 1 de enero de 1804, día de Año Nuevo, en el castillo de los Esterhazy. El concierto tiene los tres movimientos propios del clasicismo que satisfacía a la aristocracia y a la burguesía, rápido-lento-rápido.
El concierto presenta una amplia extensión de registros y baja mucho los graves, de modo que Weidinger tuvo que perfeccionar su modelo de trompeta de llaves, unos dicen que añadiendo una cuarta y otros que hasta una quinta llave. La realidad es que los expertos dicen que es un concierto bastante difícil de interpretar. Algo que no parece preocuparle a Lucienne Renaudin-Vary, otra niña prodigio de la música que ganó el Premio Maurice André en 2012 a sus 13 años.