Classical

Concierto nº2, Op.7, La Campanella. Nicolò Paganini

Tal grado de virtuosismo sólo podía ser fruto de un pacto con el diablo… o de unos atributos anatómicos únicos.

Finalmente apareció en escena una figura oscura, que parecía haber salido del infierno; era Paganini con su traje negro de etiqueta, frac negro y chaleco negro, de hechura horrible, como quizás lo prescribía la etiqueta infernal en la corte de Proserpina... Los largos brazos parecían alargarse más aún cuando, con el violín en una mano y en la otra el arco -con el que tocaba casi la tierra- hacía el artista al público sus inverosímiles reverencias. En los esquinados contornos de su cuerpo había una rigidez terrible, y al propio tiempo algo cómicamente animal, que inducía a reírse; pero su cara, más cadavérica aún por la chillona iluminación de las candilejas, tenía una expresión suplicante, tan estúpidamente humilde, que una compasión tremenda sofocaba nuestro deseo de reír. Esa mirada suplicante, ¿es la de un enfermo moribundo o acaso la mueca burlona de un avaro astuto? ¿Es un hombre vivo a punto de fenecer y que va a divertir al público con sus convulsiones, como un luchador moribundo, o un muerto que ha salido de la tumba, vampiro del violín…

Así se ocupó de describir Heinrich Heine en sus Noches Florentinas (1830) el por entonces ya instituido mito de Nicolò Paganini, el virtuoso músico de apariencia inusual, que no sólo llamó la atención de sus biógrafos sino también la del afamado poeta alemán. Su capacidad y virtuosismo llevó a que Francesco Bennati, médico personal del músico, publicara un estudio de los atributos fisiológicos de su paciente, en el que afirmaba, la mano de Paganini aunque de tamaño normal, tenía una capacidad de extenderse al doble debido a la elasticidad de los ligamentos… y en su mano izquierda que tocaba las cuerdas, tenía una extraordinaria flexibilidad… que le permitían, sin cambiar de posición la mano, moverse en forma lateral sin tensión anormal, haciéndolo con facilidad, precisión y rapidez. Concluyó que Paganini no podría haber logrado tal grado de virtuosismo sin esta base innata de atributos anatómicos y fisiológicos únicos.

El sorprendente talento de Paganini y su capacidad histriónica en las salas de conciertos cautivaron al público, que atestaba todo local donde se presentaba. Su prodigiosa capacidad adquirió tal fama que su nombre llegó incluso a vincularse con un presunto pacto con el diablo, del que habría adquirido estas virtudes. Su fama, sin embargo, también reflejaba admiración, porque hacía gala de tal dominio del violín que lograba, por ejemplo, hacer arpegios y escalas veloces con una sola cuerda después de haber roto varias y conseguir que sonara como si fueran varias cuerdas. Consciente de su apariencia y su talento, Paganini llegó a afirmar No soy un tipo buenmozo, pero, cuando las mujeres me escuchan tocar; se tiran a mis pies.

Compuso un diverso conjunto de obras, conciertos para violín, sonatas para violín o guitarra y violín y los famosos 24 caprichos, en los que su virtuosismo es llevado al máximo y fueron fuente de inspiración a compositores como Liszt, Brahms y Rachmaninov. Hoy en día, sus obras se siguen, especialmente sus Caprichos y sus conciertos, como este Concierto n°2 en si menor, Opus 7, La campanella.

Salir de la versión móvil