Aunque prácticamente desconocido para el gran público de hoy, el prolífico y longevo Cyril Scott está considerado como uno de los compositores jóvenes más prometedores de la música británica de principios del siglo XX. Scott tuvo un enorme buen nombre entre sus contemporáneos. Influido por la estética impresionista y la música de Claude Debussy, fue el propio compositor francés quien lo consideró uno de los artistas más geniales de su generación. Tambien Edward Elgar -al que los británicos consideran como el príncipe azul de la música británica y el más grande de los grandes compositores de la época victoriana-, le reconoció al agudísimo George Bernard Shaw la influencia de Scott en su atrevido tratamiento de la armonía de su Segunda Sinfonía. También admirado por Igor Stravinsky y Richard Strauss, Scott está considerado como un auténtico pionero de la música británica para piano, produciendo más obras del piano antes de la Primera Guerra Mundial que cualquier otro compositor británico, y que cualquier otro compositor internacional, con la excepción de Aleksandr Scriabin. El compositor y director británico Eugene Goossens lo reconoció como el padre de la música británica moderna, aunque su influencia decayó a partir de la Segunda Guerra Mundial.
Aparte de por su música, Scott es conocido por ser poeta y filósofo, miembro del Grupo de Frankfurt, junto con Percy Grainger, Norman O'Neill, Roger Quilter y Balfour Gardiner. Cyril Scott escribió un total de cuarenta y un libros más innumerables artículos para revistas y revistas. Sus escritos abarcan una amplia variedad de temas, incluyendo la medicina alternativa antes de que se pusiera de moda, psicología, ocultismo, teosofía o religión comparada. También publicó cinco volúmenes de poesía, las letras para muchas de sus canciones y el libreto de cada una de sus tres óperas. Como compositor, Scott escribió casi cuatrocientas obras, incluyendo cuatro sinfonías, tres óperas, dos conciertos para piano, cuatro oratorios, cuatro conciertos, así como varias oberturas, poemas sinfónicos, música de cámara y un montón de canciones y obras breves para piano.
La pieza por la que como compositor mejor se conoce es, sin duda, Lotus Land, op 47, nº1, pieza de 1905 sobre la que más tarde escribiría un poema del mismo nombre, tan sensual y evocador como cualquiera poema del mejor Tennyson. El exótico y aristocrático Lotusland se ha grabado más de cincuenta veces en su forma original para piano, y también en una amplia variedad de arreglos que van desde el Jazz al sintetizador, pasando por instrumentos tan clásicos como el violín, del que hoy os traemos con arreglo del virtuoso violinista austriaco Fritz Kreisler. Hoy en día, nadie podría interpretarlo mejor que el violinista canadiense James Ehnes, nada más y nada menos que con el Guarneri del Gesù King Joseph de 1737.
Illumed by radiance of resplendent dawns,
That flood the dazzling dome of an Eastern strand;
The Lotus-Lady mourns!
Lost in the dreamy realms of Lotusland.
Afar she looks across her lotus lawns,
By mortal step or mortal eye unscanned;
The Lotus-Lady mourns!
Kissed by the spectres lost in Lotusland.
A zone of gems her fragrant brow adorns,
By seven mystic maids her face is fanned
The Lotus-Lady mourns!
For her lover fled from Lotusland.