Aunque el compositor alemán Friedrich von Flotow tiene un extenso catálogo de obras de diversos géneros, su nombre se encuentra ligado al de la ópera cómico-romántica en cuatro actos, divididos en cinco cuadros, Martha, oder Der Markt zu Richmond -Marta o El mercado de Richmond-. El libretista fue el conocido escritor alemán Wilhelm Friedrich Riese, a quien se consideraba en Alemania como uno de los más renombrados traductores y adaptadores de obras teatrales extranjeras.
Flotow tomó el argumento de Lady Henriette, ou La Servante de Greenwich, un ballet-pantomina francés escrito por Vernoy Saint-Georges para la famosa bailarina romántica Adèle Dumilâtre. Un tema que no es muy original ya que su escena central -desarrollada en 1710 en la feria de Richmond, Inglaterra, donde las protagonistas, dos damas de la alta nobleza bajo los nombres falsos de Marta y Julia se contratan como camareras de sus futuros maridos- sirvió de motivo argumental de otras varias obras. Si en Francia era un ballet, en Alemania se convirtió en una ópera y lo mismo sucedió en Inglaterra, en donde el compositor Michael Balfe la tituló The maid of honour, obra que compuso en 1847.
El 25 de noviembre de ese mismo año, Von Flutow estrenó Martha en el Kaiserliches und Königliches Hoftheater de Viena. La ópera tiene dos momentos musicales de indudable encanto. Uno, el aria de tenor conocida como M'appari. El otro, la deliciosa romanza para soprano del segundo acto conocida como Die letzte Rose, en que se transcribe The Last Rose of Summer, un poema del poeta nacional de Irlanda Thomas Moore adaptado de una vieja canción folklórica de su país que Flotow trata con gran elegancia. Si no la habías oído antes, esta balada irlandesa te sonará, interpretada por la soprano Renée Fleming y The English Chamber Orchestra, de los momentos dramáticamente culminantes de la oscarizada Tres anuncios a las afueras. Su letra dice así:
Es la última rosa del verano,
que solitaria queda floreciendo;
Todas sus adorables compañeras
Han marchitado y se han ido;
No hay flor de su linaje,
No hay capullo cercano,
Que reflejen su rubor,
O devuelvan suspiro por suspiro.
No dejaré que tú, solitaria!
Languidezcas en el tallo;
Ya que las adorables duermen,
Ve tú a dormir con ellas.
Así yo esparciré, suavemente,
Tus hojas sobre el lecho,
Donde tus compañeras de jardín,
Yacen sin perfume y muertas.
Tan pronto como pueda seguirte,
Cuando las amistades decaigan,
Y desde el círculo brillante del amor,
Las gemas caigan alejadas.
Cuando los corazones sinceros yazcan marchitos,
Y los bondadosos hayan volado,
¡Oh! ¿Quién habitaría
Este mundo sombrío en soledad?