En 1724 Handel, compositor del talento y sobradamente conocido por el olfato que durante su vida desarrolló para rentabilizar sus espectáculos, era el gran dominador de la escena londinense. Su intensa labor creativa para implantar la ópera italiana en la capital del Imperio transcurría acompañada del éxito de la Royal Academy of Music, una sociedad fundada en 1719 por un grupo de aristócratas para asegurarse el suministro de óperas serias alla italiana. Sin embargo, hacia 1740, sus óperas ya no tenían la misma acogida entre el público, y su situación financiera comenzó a deteriorarse. Es entonces cuando decidió ir abandonando las óperas para dedicarse a un género muy del gusto inglés, los oratorios, a los que el compositor alemán aplicó todo su estilo brillante, dramático y teatral, como si de óperas se tratasen: dotó al coro de protagonismo, añadió arias y recitativos, e incluyó partes instrumentales. Contaba con la ventaja añadida -recordemos su excelente olfato, no me cansaré de repetirlo- de que por su argumento y sin decorados, vestuario ni acción, toda la producción estaría bajo su control. Además, podían interpretarse en Cuaresma, periodo del año en el que las demás representaciones teatrales estaban prohibidas.
En 1742, Handel fue invitado a Dublín para dar una serie de conciertos sobre sus oratorios Saúl e Israel en Egipto, de marcada influencia italiana. Para prepararlos, en el verano del año anterior se dispuso a componer un nuevo oratorio que, con carácter benéfico y especial, cerrase el ciclo. Era El Mesías, que cuando se estrenó en la muy católica Dublín fue objeto de todo tipo de comentarios elogiosos. El éxito le convenció de que la forma del oratorio le era suficiente para mantener su posición de liderazgo en el mundo de la composición en la Inglaterra de la época. Al mismo tiempo que componía El Mesías, Handel esbozó la partitura de Samson, otro oratorio con un libreto adaptado por Newburgh Hamilton del poema Samson Agonistes, que John Milton había escrito en 1671 inspirándose en el capítulo XVI del Libro de los Jueces, el que narra la más que conocida historia de Sansón y Dalila.
El estreno de Samson tuvo lugar en en el Covent Garden Theatre de Londres, el 18 de febrero de 1743. La representación fue un éxito, esa temporada se represento trece veces, y fue representada durante toda la vida del compositor. Desde entonces, nunca ha dejado de contar con el favor del público. Posiblemente, por la enorme habilidad que tuvo el maestro para fusionar el drama musical religioso con los aires de escena marcadamente operísticos. Esta última característica es fácilmente reconocible en Let the bright Seraphim, un aria entonada por una soprano que encarna el personaje secundario de mujer israelita, justo antes del coro final de la obra, una pieza que podía estar presente en cualquiera de sus óperas. Ópera?. No, Oratorio. De Handel, cantado por Kathleen Battle y tocado por Wynton Marsalis, el único músico que ha sido capaz de ganar dos Grammy, uno en jazz y otro en clásico, en el mismo año, 1983.