En las últimas décadas del siglo XVI se desarrolló enormemente la música escénica de tema profano, mitológico o histórico. Con motivo de la Contrarreforma católica y su fuerte corriente de espiritualidad, aquellos presupuestos estilísticos que se habían aplicado a la música profana comenzaron a aplicarse en el campo religioso, donde se presentaron experiencias que utilizaban a la música como vehículo para la catequización de los fieles. Una de esas experiencias eran las reuniones que, en forma de ejercicios espirituales, realizaron a partir de 1518 la Congregación del Oratorio fundada por San Felipe Neri. El oratorio se desarrollaría utilizando todas las técnicas y novedades de la época, el recitativo, el aria, el bajo continuo, la evolución de los instrumentos, los coros que representan los sentimientos de los devotos y los personajes individuales -no más de cinco-, uno de los cuales era el historicus, el narrador que daba continuidad a la obra.
Mientras algunos reformadores estaban en contra de la inclusión de música en las iglesias, Martin Lutero otorgó al Oratorio un lugar fundamental dentro de su iglesia reformada. De ahí devino la traducción al alemán de toda la liturgia y la sustitución del canto gregoriano por canciones sacras en lengua vernácula que llamamos corales. Como se sabe, Lutero es el creador de la lengua alemana culta, con su traducción de la Biblia al alemán, y la creación de palabras inexistentes hasta entonces en el alemán hablado. De este modo, los luteranos pronto asimilarían el Oratorio católico como forma musical propia, género que llegaría a su cima con los tres oratorios destinados a Navidad, al domingo de Pascua y a la fiesta de la Ascensión que nos ha dejado Johann Sebastian Bach, dispuestos en los escasos cinco meses que van del día de Navidad de 1734 al 19 de mayo de 1735.
Los tres coinciden en el intenso uso de la parodia, la utilización de una música preexistente, convenientemente revisada y adaptada para recibir un nuevo texto. El Oratorio de Navidad consta de seis partes, cada una de ellas para uno de los días festivos de la Navidad de 1734-35, los tres correspondientes a la Navidad, Año Nuevo, el domingo después de Año Nuevo y la fiesta de la Epifanía.
El Año Nuevo de 1735 se estrenó en Leipzig, por la mañana en Santo Tomás, por la tarde en San Nicolás, con esta cantata cuyo texto no se centra en la circunstancia profana de ser el primer día del año, sino en la celebración de la fiesta de la circuncisión del niño Jesús, rito al que se sometían todos los varones hebreos a los siete días del nacimiento con el que se le daba el nombre. Para celebrar a Bach, os dejamos con el coro Fallt mit Danken, fallt mit Loben, cuyo texto dice:
Fallt mit Danken, fallt mit Loben
vor des Höchsten Gandenthron!
Gottes Sohn will der Erden
Heiland und Erlöser werden.
Gottes Sohn dämpft der Feinde Wut und Toben.
¡Postraos agradecidos, postraos con alabanzas
ante el trono de gracia del Altísimo!
El Hijo de Dios será de la tierra
el Salvador y Redentor.
El Hijo de Dios apaga el furor y la rabia de los enemigos.