En la península del Indostán se encuentran una gran variedad de pueblos, lenguas y religiones con dos divisiones musicales tradicionales: la música indostana, que es la música de la India septentrional y Pakistán -de mayor influencia musulmana-, y la música karnática meridional de tradición autóctona. La música clásica hindú hunde sus raíces en los antiquísimos himnos védicos, y gira alrededor de una estructura melódica básica llamada raga, palabra que significa colorear el alma con emoción. Un raga tiene cierto parecido con la idea de escala en la música occidental: un grupo de notas ascendentes y descendentes que proporcionan un patrón para ensamblar melodías. Pero un raga es más que una escala. También tienen un significado extra-musical, pues se supone que transmiten cualidades emocionales específicas. Pueden existir miles de ragas, aunque en realidad son unos cincuenta los utilizados con más frecuencia para transmitir cuatro emociones principales, amor, ira, entusiasmo y disgusto. De éstas derivan otras, siendo la más importante de ellas la denominada santa, la paz espiritual, considerado el más grande de los estados.
Para los aficionados occidentales, Pandit Ravi Shankar es la cara de la música india en Occidente. Shankar, -que pertenecía a la casta sacerdotal hindú, los brahmanes, la casta de los músicos- recorrió Europa en los años treinta y desde los 18 años se sumergió en el estudio del complejo sitar, un instrumento de cuerda pulsada que se caracteriza por su sonido metalizado y sus glissandos. Después, con el resurgimiento cultural que siguió a la independencia de la India, fue director musical de All India Radio, participando en varias giras patrocinadas por el Gobierno de Nueva Delhi, en los que siempre se mostraba abierto a colaboraciones. Así conoció a Yehudi Menuhin y al icono del pop George Harrison, con los que mantuvo una estrecha relación de amistad.
A este indio de alma cosmopolita no le preocupaba la pureza de los sistemas clásicos de música, actitud que le permitía trascender el academicismo y presentar su música como una forma viva de expresión, un vehículo de concordia que podía derribar las fronteras entre Oriente y Occidente. Esta atrevida iniciativa le llevó a la composición de obras que combinarían los estilos clásico indio y europeo. En 1971 estrenó su primer Concierto para Sitar y Orquesta, con la Orquesta Sinfónica de Londres dirigida por André Previn. Diez años más tarde estrenó su Concierto para sitar y orquesta núm. 2, Raga-Mala, Guirnalda de ragas, un deslumbrante despliegue de virtuosismo en cuatro movimientos numerados pero sin título. Raga-Mala presentaba el desafío de unir la música esencialmente improvisada de la música india al enfoque de la composición clásica europea. Un apasionante viaje a Oriente con la hija del compositor, Anoushka Shankar, y el director Zubin Mehta, quien fuera un gran amigo suyo durante toda la vida.