Italia, siglo XVI. Mantua se encuentra gobernada por un duque miserable, déspota, libertino y depravado, que vive de la adulación de los cortesanos y de un jorobado bufón, Rigoletto. Con una buena fama ganada como ladrón de honras el duque encarcela al conde de Monterone, quien se ha atrevido a protestar por la violación de su hija. Camino de prisión, Monterone maldice a Rigoletto por haberlo humillado. Rigoletto, ignorante y supersticioso, queda aterrado ante la maldición. Después, los cortesanos le cuentan al duque que han visto a una hermosa mujer en casa de Rigoletto y Mantua decide gastarle una broma al bufón, no sin antes intentar seducir a la joven. Los cortesanos raptan a Gilda, que no es la amada sino la hija de Rigoletto, la trasladan a palacio, y allí el duque procede a violarla sin conocer su filiación. Al descubrir el rapto, Rigoletto culpa de ello a la maldición de Monterone y jura venganza por la deshonra. Contrata los servicios de Sparafucile, un asesino a sueldo…
Este es parte del argumento del melodramma Rigoletto, la tercera de las cinco óperas escritas por Giuseppe Verdi para La Fenice de Venecia. El maestro compuso Rigoletto en 1850 a partir de un libreto de Francesco Maria Piave, a su vez basado en el drama El rey se divierte de Víctor Hugo. Tanto el argumento del drama original como la ópera contenían temas como la violación de las hijas del conde de Monterone y de Rigoletto -Gilda, el arquetipo verdiano de heroína pura y virginal como contrapunto a un mundo hostil-, la prostitución, un intento de magnicidio, y una maldición como hilo conductor, sobrenatural e incontrolable por la voluntad de cualquier hombre por poderoso que sea. Asuntos a representar inadmisibles en casi cualquier teatro europeo de mediados del siglo XIX, más aún, si cabe, bajo el autoritario gobierno de Venecia, ciudad bajo dominio austrohúngaro antes de la unificación de Italia. La ópera fue objeto de varios actos de censura, lo que obligó a Verdi y Piave a realizar algunos cambios en el libreto, que llegaron a presentar en varias ocasiones bajo títulos distintos – La maledizione, Lionello, Viscardello, Clara di Perth, Il Duca di Vendôme- para intentar satisfacer los requerimientos de Luigi Martello, director central de orden público, que tildaba a la obra de repugnante inmoralidad y obscena trivialidad. Estas palabras ofendieron y enfadaron a Verdi. Acusó el golpe pero no se rindió.
En una carta dirigida a Carlo Marzari, director de La Fenice, explicó: Elegí este tema precisamente por todas sus cualidades, y si éstas se eliminan, no puedo ponerle música. Si me dicen que mis notan pueden servir… diré con franqueza que nunca escribo mis notas, por muy bellas o desagradables que sean, por casualidad… A finales de diciembre, el libretista y el director del teatro alcanzaron con Martello un acuerdo que llevó a la creación de una ópera titulada Rigoletto. Verdi, ajeno hasta entonces de las negociaciones, lo firmó. En él se estipulaban cinco puntos, siendo el último de ellos el más laxo y ambiguo de todos: que todo sería tratado conforme a las exigencias de la decencia en escena. Su estreno tuvo lugar en La Fenice el 11 de marzo de 1851, con un público enardecido que interrumpía la representación con aplausos y vítores. La crítica, sin embargo, destacaba la crudeza y la inmoralidad de un espectáculo horroroso y repugnante.