Classical

Caro Mio Ben. Tomasso Giordani

Entre varias de las muchas arias de Giordani, Caro mio ben fue adaptada para canto y piano en el siglo XIX.

El napolitano Giuseppe Giordani, apodado Giordanello, estudió en su juventud en el Conservatorio de Santa Maria del Loreto de su ciudad natal, teniendo como compañeros a Domenico Cimarosa y Niccolò Antonio Zingarelli. Sustituyendo a Gennaro Maná, que había sido profesor suyo en el conservatorio, con 23 años fue nombrado profesor de música de la capilla de la catedral de Nápoles, donde se encuentra la famosa Capilla del Tesoro de San Gennaro.

En la primavera de 1779 se casó con la cantante Emanuela Cosmi y en otoño de ese mismo año hizo su debut como compositor de ópera con el drama L'Epponina, con la que inauguró el Teatro della Palla a Corda de Florencia. Desde 1779 a 1796, escribió más de 40 obras, entre óperas serias, bufas y oratorios. Después de hacerse cargo de la Academia Filarmónica de Módena y Parma, en 1787 estrenó en el Teatro de San Carlos de su ciudad el drama sacro, con libreto de Carlo Sernicola, La distruzione di Gerusalemme, el primer drama sacro de la historia en ser interpretado en un teatro. Quizás fuese este el motivo, o quizás el éxito que cosechó entre los napolitanos, para que reparase en ella el famoso escritor alemán Goethe, que se hace eco de su representación en el ensayo Viaje a Italia con estas palabras: 9 de marzo de 1787...Dan ahora, en la Cuaresma, óperas religiosas que no se diferencian absolutamente de las mundanas, si no es en que no hay baile en los intermedios; por lo demás, las hacen todo lo extravagantes que es posible. La lectura del ensayo no aclara si asistió a la obra, pero en cualquier caso nos queda claro que el más grande hombre de letras alemán está perdido para estas cosas.

Varias de las muchas arias de ópera de Giordani fueron adaptadas para canto y piano en el siglo XIX. Una de esas canzonettas es Caro mio ben, de texto anónimo posiblemente procedente de un poema antiguo napolitano. En ella destaca la sencillez de su melodía y el equilibrio formal, sin dramatismos excesivos que coincide con las características típicas de la música italiana de la segunda mitad del siglo XVIII. Piense Goethe lo que quiera pensar, y mejor si está cantada por Malena Ernman, que dice:

Mi bien amado: al menos créeme que sin ti, mi corazón languidece. Tu fiel amante suspira siempre. ¡Cesa, cruel, tanto rigor! ¡Tanto rigor!. Mi bien amado, créeme al menos, sin ti mi corazón languidece.

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