La Traviata, ópera en tres actos con libreto de Francesco María Piave, fue estrenada en el Teatro de La Fenice de Venecia, el 6 de marzo de 1853, y, como sucede en otras muchas ocasiones, cosechó un rotundo fracaso. El público se burló varias veces de la otras-veces-aclamada soprano Fanny Salvini-Donatelli en el papel principal de Violetta, considerando sus treinta y ocho años y su evidente sobrepeso demasiado lastre para representar el papel dramático de una Violetta Valery sumida en la consunción. Extraño fracaso para una obra que Verdi había compuesto entusiasmado en tan sólo 45 días.
Al día siguiente, Giuseppe Verdi le escribió a su amigo Muzio ¿Fallo mío o de los cantantes? El tiempo lo dirá. Y poco tardó el tiempo en contestar porque un año después La Traviata volvía a la ciudad para triunfar en el teatro San Benedetto. Desde entonces, esta pieza es una de las más populares del repertorio lírico y parte esencial de la denominada trilogía popular o romántica del autor, Rigoletto, Il Trovatore y La Traviata, su popularidad ha sido constante y se ha mantenido en el repertorio operístico estándar hasta la actualidad, destacando como la número uno en la lista de las óperas más representadas en todo el mundo.
Para explicar el fracaso del estreno se ha recurrido a los problemas de sobrepeso de la soprano, la escasa simpatía que despertaba el papel de Giorgio Germont, el vestuario, la escenografía o el uso de una novela contemporánea frente a los dramas históricos seleccionados hasta la fecha por Verdi para sus óperas. Pero también es cierto que el público italiano ya se había acostumbrado a los melodramas patrióticos repletos de testosterona verdianos y no se esperaba un drama femenino en el que una cortesana no sólo se convertía en el núcleo del drama, sino que despertaba compasión. Si no están de acuerdo, vean Teneste la promessa…Addio del passato, momento dramático que presagia el trágico final de Violetta, una y otra vez, y seguro que les conmueve.