Márquez, aragonés de 35 años, inició sus estudios musicales a los tiernos 8 años; mientras el resto de niños se llenaban de tierra jugando al fútbol, él comenzaba a educar sus manos en las artes del piano y el violín. Su acertada técnica y un declarado interés por inclinar sus dos instrumentos hacia la música moderna, le han llevado a compartir escenario y horas de carretera con innumerables artistas como Sara Baras, “El Cigala”, Igor Yebra o Zenet … Del mismo modo, los más prestigiosos escenarios del mundo se han levantado frente a él en aplausos y elogios, y es que no en vano, este joven y humilde creador tiene a la espalda un camino de aciertos y en la mirada un futuro hecho a base de armónicas victorias.
La música es lo que más le acerca a su mundo interior, esa es sin duda la explicación perfecta para comprender por qué le dedica a este alado arte su vida por completo. Hijo de un acordeonista que le impulsó hacia este melódico mundo; entró de pequeño, de motu propio, en un internado para niños cantores, donde recuerda haber entonado más de 1900 misas en latín... Así comenzó esta historia de amor que continúa entre jotas aragonesas, calles de lejanas ciudades, e incontables ratos entre colegas y profesionales de la danza, el teatro y la poesía improvisando en las noches de Lavapiés.
Se resigna cada mañana y se lanza al mundo de las responsabilidades y la rutina (siempre que no esté de gira, cruzando el mundo). Le gusta escuchar música al levantarse, ponerse manos a la obra con mails, labores de distribución y ensayos. Toca un rato y graba, piano o violín en mano, algunos temas hasta la hora de comer. Después llega ese momento del día, que adora y aguarda desde la mañana: cafecito hirviendo mientras se dedica, despacio y con calma, a las “Sonatas y Partitas de Bach”, después intenta encontrar tiempo para estudiar, swing, jazz, o flamenco, y es entonces cuando llegan ratos de improvisación y conciertos varios.
Afirma con rotundidad que su mayor pasión es reinventarse, crear cada día un nuevo camino, intentando hacer lo que me más le gusta con cariño, y así mantener viva la ilusión y disfrutar dedicándole todo su tiempo.
“Nunca he tenido más ídolos que las personas que tengo cerca, en ellas me fijo para aprender lo que me gusta y reconducir mi búsqueda personal y musical. Inspiraciones miles: y a la cabeza, por siempre Bach. También Rachmaninov, Richie Sakamoto, Enrique Morente, La Niña de los Peines, Keith Jarret, Tom Ze, Queen, Pat Metheny, Django Reinhardt y Nusrat Fateh Ali Khan.”
Este alegre e inspirado autor también estudió escultura, aunque esa faceta de sus labores artísticas terminó cuando una de sus obras acabó como mesa del local de ensayo. Éste fue el momento y la señal por la que decidió centrarse de lleno en la música.
Supusimos, de primeras, que hasta llegar a este punto de su carrera, habría tenido que trabajar de camarero, azafato, acomodador o telepizzero, como ocurre en la mayoría de los casos. Pero en esta ocasión no fue así. Él quería tocar, decidió no separarse de su violín y eso, en tiempo de vacas flacas significó echar la gorrita a la calle. Las avenidas de Zaragoza, Pamplona, Bilbao, Barcelona y Madrid le han visto pasar, con su inseparable violín, largas mañanas y tardes. Siempre con una sonrisa.
“El presente es un momento delicado para muchos oficios actuales, implica cambios estructurales que si sabemos leer, serán muy positivos. La música ya no se hace con las mismas herramientas ni en los mismos escenarios. Tenemos la suerte de presenciar un cambio que va a generar un periodo creativo muy intenso. Sólo hay que tirar todo lo que has hecho hasta ahora y empezar de nuevo.”
Ahora mismo se encuentra actuando en museos nacionales de arte moderno, como el IVAM de Valencia o el Reína Sofía de Madrid; se trata de un proyecto en el que ponen sonido a diferentes obras y así estudian la relación entre la música y la pintura o escultura. Por otro lado, acaba de estrenar disco con Ole Swing y en unos días presentará un nuevo espectáculo "Tributo a Grappelli". Está claro, no para. Más allá, en sus aspiraciones más lejanas, sueña con dar la vuelta al mundo, un viaje largo, que afirmamos sin miedo a equivocarnos, haría de la mano de su violín y de sus cuadernos de partituras.
Como el mismo cita, "El amor vive en el corazón de los valientes", y siendo el amor la mejor receta para la música, se comprende que este grande del violín tenga en sus manos hacernos disfrutar con el manjar de los dioses, la música. Long life Señor Márquez.
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