Hélène Picard es sin duda una de las más grandes artistas contemporáneas del panorama internacional. Su humildad y magia le acompañan cada vez que toca un pincel. Para muchos y según relevantes críticas, su obra la hermana con los trazos de los más señalados pintores de la historia, por eso sólo ella es capaz de descomponer la poesía en colores y traducirla con tibieza y fuerza desgarradora mediante trazos abstractos sobre el lienzo. Avanza con un séquito infranqueable de seguidores que sueñan (soñamos), dormidos y despiertos, con invadir sus hogares con los cuadros de Picard. Dueña del lenguaje universal, entrega sin dudar para uso y disfrute de todo aquel afortunado que se encuentre con su obra, un infinito mundo onírico donde el amor y la pureza danzan incansables. Francesa de cuarenta años, nos regala unas horas de su tiempo para comprender su historia y así nos brinda algo de renovada fe para seguir creyendo en esta, en estos días más que nunca, incierta especie.
Se crió cerca de París, en un hogar tranquilo formado por amantes del arte y la pintura. Ya de pequeña, quedó fascinada con la costura, embaucada por los trajes imposibles que cosía durante largas horas su abuela. Por supuesto, el dibujo apareció por aquellos tiempos, y en estos primeros pasos sintió el nacimiento de su vocación. Fue así como el mundo del color se transformó en un paraíso inagotable en el que sumergirse sin tiempos ni espacios. Cierra los ojos y recuerda su primer encuentro con la pintura, con el lienzo y con el olor de los óleos, esa primera lucha por traducir lo que veía y sentía al idioma escondido del color y la creación.
Le gusta bailar y la música. Ha sido traductora y profesora de arte, en escuelas y museos a lo largo y ancho del mundo. Realizó su licenciatura, estudios superiores y máster en Artes Plásticas en París. “Decidí dedicarme a la pintura a los 16 años, copié mucho durante varios años en los museos. Los comienzos fueron difíciles, tenía facilidades para el dibujo, el color y la costura, pero no entraba mi lugar en ninguna de estas casilla.” Le otorgaron la beca de La Casa de Velázquez en Madrid, con lo que vio despegar su trabajo, pudiendo al fin dedicarle todo el tiempo que se merecía. Además se ganó a pulso una importante residencia en Nueva York, en el ISCP (International Studio and Curatorial Program), encontrándose así integrada en el panorama cultural de la ciudad que nunca duerme.
Desde los inicios de su arte ha investigado a lo largo y ancho de sus dos grandes pasiones: la pintura y las labores de costura, pero fue en su última exposición en el Museo del Traje de Madrid cuando unió ambas facetas. “Después de todo son muy similares, se trata de color, materia y línea. El traje es funcional y tridimensional, es una prolongación de la pintura en el espacio, y nos permite entrar en ella. Al día de hoy, me interesa mucho generar espacios pictóricos hechos con frescos, pintados y telas o trajes, como para hundir el espectador en una percepción muy física del color.”
Enamorada de la pintura, encuentra en ella su medio de comunicación, que describe como sensual y emocional. “El color y su materia se conecta directamente con los sentidos, y nos permiten percibir la obra de arte no sólo con la mente sino también con el cuerpo.” Para ella el artista con sus sensoriales herramientas consigue abrir un camino hacia otras realidades, hacia un mundo paralelo, soñado y misterioso. Ese es su objetivo: hablar dicho idioma y dar a conocer esos universos, seguramente más reales y humanos que el que pisamos cada mañana.
Su día a día toma forma con las horas y horas de taller. Inspiración, creación y organización, son los grandes pilares que estructuran ese tiempo de trabajo que pasa sobrevolando botes de pintura, pinceles, telas y madejas de hilo.
Podríamos decir que sus estrellas de oriente son inconmensurables creadores como Jessica Stockholder, Katharina Grosse, Peter Doig, Luc Yuymans y Edward Munch. Así como Rothko, Karla Black, Kazuo Ohno, Ari Tabei, o la inmensa Pina Bausch. En el mundo de la moda, Balenciaga, Madame Gres, Alexander Macqueen y Riccardo Tisci de Givenchy, son sus grandes referentes a los que sigue muy de cerca.
Observación, documentación, pruebas plásticas, decisión de temáticas y medios; esta podría ser una especie de receta creativa con la que comprender los grandes pasos que determinan el nacimiento de una obra, de una exposición o de una de sus afamadas performances.
Está, observamos, en un momento clave, buscando nuevas formas de trabajo y producción. En el futuro por llegar, se atisban: una gran exposición en Ginebra, un proyecto con el que intervenir espacios con frescos y costura en movimiento y quien sabe si una nueva beca en EEUU. Cruzamos dedos.
Su actualidad está en Madrid, pero desafortunadamente para nosotros, los habitantes de esta ciudad, sólo por unos días. Inundada de aves y vientos, mañana mismo a eso de las 20 H. Picard inaugura en Brita Prinz (Gravina, 27) su nuevo trabajo; “Birds”, una nueva exposición para la que ha engendrado una selección de obras, que una vez más entran y salen del lienzo según sea necesario. El concepto se ha labrado en la calma de la naturaleza en la que vive desde hace años; una naturaleza viva en la que el vuelo y el canto de los pájaros lo colorea todo, dotando a la realidad de esa fragilidad, libertad y potencia que sólo dominan estos ligeros dueños del aire.
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