Un espíritu irrefrenable, inagotable, pletórico y en plena ebullición. Con él lucha y pelea por no dejar de aprender y de mejorar sus buenas artes, que son muchas. Gabriela Robin, pintora y experta en grabado, está en Madrid por unos días. Se pasea este frío y a la vez veraniego miércoles por nuestro Talent semanal.
Chilena, con antecedentes franceses, y viajera empedernida. Desde niña ha estado sumergida en el mundo de la creación, tratada por aquel entonces como nos cuenta, como una pequeña princesa, institutriz incluida. Asistió a clases de canto, ballet, pintura y otras disciplinas que dejaron huella para conformar una primera educación de excepción, que asentaba las bases de la que sería una formación incomparable.
Nos enumera las decenas de talleres y cursos a la espalda, así como las carreras y postgrados que ha cursado, siempre direccionados a la experiencia artística propia, a dominar más y mejor las técnicas para lograr olvidarse de ellas y dar con el mensaje que "llega", con ese grito mudo y universal en cada obra.
Con el óleo dio sus primeros pasos como pintora, vendió, expuso y movió sus trabajos por todo el mundo. La pintura, la cautivó y la hizo disfrutar durante años; pero tenía que llegar un cambio, así lo notaba y así fue. El grabado entonces, por esa faceta azarosa y sorpresiva, por no convertir al artista en dueño definitivo de los resultados y por no permitirla controlarlo todo, la atrapó y sin pestañear colgó los pinceles. En sus trabajos, siempre abstractos, encontramos armonía, equilibrio y esencia, en un aparente caos amante de la deformidad y el desastre. Formas desbocadas, líneas incompletas y desfigurados colores logran una sensación de paz y reflexión realmente disfrutable.
Impetuosa, y en ocasiones seguro que felizmente desmedida, nos cuenta la historia de sus pasiones, de los motores que han dado fuerza al barco. El amor, coronado como el pilar central de su vida que lo fue hasta el día en que falleció su marido, lo sustentaba todo. Un importante y prestigioso científico con el que compartía deseos, viajes, alegrías y devenires. La familia como ese nido que proteger y cuidar que erigió su día a día después. Y ya, con cada mochuelo en su olivo y la sensación de una, como ella dice con aires de resignación “libertad obligada”, desde hace años es señora al 100% de su tiempo, y ese tiempo, sin duda tiene dueño: el arte.
Siete décadas al sol dejan huella en unas manos nunca hartas de trabajar, nunca completas. Año tras año, hace las maletas y viene de paseo por Europa, a conocer las nuevas tendencias, nuevos artistas y a trabajar en talleres de compañeros de los que, observa, siempre tiene algo que aprender. María Puyol, Paco Mora, Jorge Perellón, o Pilar Lloret y Jordi Rosés de Art Print Residence, configuran una ajetreada hoja de ruta para este tour 2013.
Una personalidad arrolladora combinada con un compromiso irrevocable con sus pasiones resultan esta espectacular mujer, que nos demuestra que existe esa llamada, digámoslo así, ese imán, ese picotazo del bicho de la creación, que cronifica y crece, que no se puede curar. Robin, sus grabados, sus pinturas, sus cuadros salpicados por todo el mundo, podrán servirnos de referencia, son prueba de que la mejor combinación para una vida plena es la suma de pasión y lucha; de amor y trabajo duro.
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