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Natalie Capell

Diseña vestidos bordados con sueños que atesora en un atelier mágico.

Dicen que la creatividad es una cualidad con la que todos nacemos. Un don que unos desarrollan más que otros, una facultad que algunos exprimen hasta que da grandes frutos y logra convertir aquello que les rodea en algo extraordinario. Y ahí es donde reside la magia, en las ideas y en las mentes brillantes de esas personas que han nacido para dejar huella. Y no solo eso, sino para dejarla bien marcada.

Natalie Capell diseñó su primer vestido cuando solo tenía 14 años, “creé mi primer vestido con una cortina de tul de algodón blanco de una cuna antigua. La tinté e hice la forma alrededor de mi cuerpo cosiendo el tejido simplemente con aguja e hilo”. Algo que a primera vista no parece tan sencillo pero que en ese instante Natalie vio claro. El resultado le fascinó y cautivó en su interior ese afán de creación y la semilla de algo que iría creciendo con el paso del tiempo “la caída y el juego de movimiento y transparencias que se creó con el tejido me llevó a un camino de investigación”.

Por aquel entonces, Natalie Capell empezó a soñar con lo mismo con lo que sueña hoy en día, es decir, crear vestidos que expresen de manera especial su forma de ser. Y que luzcan mujeres sensibles, porque sus diseños, como ella misma afirma, están creados para mujeres únicas, independientemente de su cultura, edad o el tipo de cuerpo que tengan”.

De la moda del siglo XX, hacia la que dirige la vista para encontrar la inspiración necesaria para crear, le llama la atención la belleza auténtica, femenina y delicada, y también le sorprende la evolución que ha sufrido la forma de vestir de la mujer, “creo que cualquier paso hacia delante ha de estar basado en un profundo respeto a la tradición, hay una esencia maravillosa en nuestro pasado que se puede usar hoy en día, honrando lo que éramos para poder ver la evolución. Todo es un camino”.

Un camino que Natalie Capell comenzó muy joven y que la ha llevado a tener su propio atelier, un espacio en el que nada más entrar uno siente que va a ser testigo de una representación teatral. Entre tejidos, texturas y patrones, cualquier mujer que se adentre en este singular atelier de Barcelona –ciudad en la que se instaló tras graduarse en el Shenkar College of Design de Tel Aviv- se siente como si fuera una delicada bailarina o una princesa del siglo XIX. Y el motivo está muy claro: cada vestido se borda con sueños y un mimo infinito que les otorga gran parte de su exclusividad.

“Todos mis diseños son cómodos, atemporales, respetan la forma y el movimiento, son delicados sin ser frágiles y están hechos a mano. Se podría decir que buscan acompañar y abrazar la forma de ser de cada mujer”. Un nexo en común que fascina e intriga a partes iguales a aquellas afortunadas que los lucen. Para Natalie los bordados son un imprescindible, joyas que se incorporan a las prendas y un elemento al que nunca renunciaría “es una técnica en la que llevo investigando muchos años y trato de mejorarla día a día”.

Y cuando le preguntamos qué es lo que hay de ella en su firma, no duda en afirmar que cuando un diseñador crea lo está haciendo para sí mismo, “en cada vestido están mis sueños y mis creencias”. Como si de un cuento se tratase, todas sus prendas tienen una historia fascinante detrás que está deseando ser contada, lucida y disfrutada. Historias a medida en forma de vestidos para lucir en ocasiones especiales o simplemente en esos momentos cotidianos en los que necesitamos sentirnos, aunque sea durante unas horas, únicas.