Quedamos con Alaska en El Fabuloso, el bar de su amiga Silvia Superstar, en pleno centro de Madrid. “Soy madrileña por decisión. No tengo coche, no tengo niño y no tengo perro y puedo vivir en el centro. Soy muy urbanita y me encanta caminar por mi barrio, relacionarme con los amigos y quedar a tomar una cerveza”. Le gusta, nos cuenta, tener cerca la farmacia, el frutero y acudir a los bares más próximos, “aunque no tanto como a mi marido. Mario aprovecha cada ocasión para bajar, pedir una caña y charlar con la gente”, comenta entre risas. Así es ella, una artista consagrada pero cercana y sencilla, dos valores muy presentes también en la marca Mahou Sin, que la ha nombrado su embajadora.
Acaba de regresar de México en donde ha finalizado una interminable gira de casi dos años y ahora empieza lo que ella misma define como “un momento de terminar y seguir”. A Alaska no le van las improvisaciones, y por eso ya tiene planificado parte de su futuro. “A parte de mis otros trabajos, el año que viene iremos viendo canciones, preparando y grabando el nuevo disco que saldrá ya en 2016, Un año de transición, sin actuaciones”.
Reconoce que es una contradicción que alguien como ella sea tan planificadora pero seguramente también es la clave para haberse mantenido durante tanto tiempo en este trabajo. “Hace treinta y tantos años, cuando empecé, jamás me hubiese imaginado que podría vivir de esto, Claro, que ya entonces aprendimos a vivir de muchas cosas a la vez para no tener que vivir de nada en concreto y no estar hipotecada con nada. Sobre todo desde que Nacho y yo nos quedamos solos”. Sus trabajos siempre han estado relacionados con la música (Alaska y Los Pegamoides, Dinarama, Fangoria...), con la televisión (La Bola De Cristal), con la radio o con escribir, libros, como “Transgresoras” sobre la vida de sus mujeres favoritas, o artículos para diversos periódicos y revistas.
Su vida, profesional y personal, está llena de grandes momentos pero Alaska destaca aquellos que le han ocurrido en los años en los que se repetía el número, “el 77 fue mortal. Formamos KaKa Deluxe, yo tenía 14 años, dejé atrás los horrores de la adolescencia...”. Y sigue “luego el 88, fue otra vez brutal. Carlos Berlanga deja Dinarama, Nacho y yo nos quedamos solos y empezamos con el proyecto de Fangoria, a mí no había quien me metiese en casa, cerraba las discotecas, me hice gruppie de disc-jockeys”. Y claro, llegaron dos años de locura, el 99 y el 2000, “fue cuando después de una mala temporada con Fangoria volvimos a grabar un disco con una discográfica, con Subterfuge, Mario era nuestro “promocionero”, nos conocemos, nos enamoramos y nos casamos”. Y tras el 2011, que afirma que fue estupendo, ya está a la espera del 22.
De su carrera musical no guarda muchos objetos, “nunca tuve una perspectiva histórica suficiente como para pensar que lo que hacía iba a tener un valor”. Guarda tan solo recortes de prensa y cosas así y por supuesto sus discos. “Soy más de guardar cosas de otros. Por ejemplo, el día que estuvo Sara Montiel en casa y se fumó un puro, recogimos el resto y está en una vitrina. Pero de mí no lo haría nunca”. Reconoce con una sonrisa pícara que su casa es un poco museo entre las cosas que consigue y las que compra, “unas fotos de cumpleaños de Liberace, el recordatorio del funeral de Divine, también me trajeron el de Michael Jackson...”
Además está la música “tengo todos mis vinilos y los cd´s, que es un formato muy útil pero feo y poco agradecido”. Consume música en soporte, aunque admite que tendrá que acostumbrarse a otros formatos, y suele adquirirla a través de internet. Lo último que ha comprado ha sido el de Lana Del Rey y tiene pendiente hacerse con lo nuevo de Ellos. Lo que casi nunca hace es regalar discos, ni perfumes ni libros, “sólo cuando está muy segura y cree que va a acertar”. Conserva, eso sí, sus primeros discos, “el primero, primero fue de Raphael, en el año 67 o 68, yo tenía cuatro o cinco, el Lp de “Digan Lo Que Digan” en edición mexicana, que es donde yo vivía”. Cuando vino a España sólo se trajo ese y uno de David Cassidy y allí se quedaron los Archies y los Carpenters.
Hace ya muchos años Olivido Gara decidió convertirse en Alaska, incluso antes de dedicarse a la música. Eligió ese nombre para escribir en un fanzine y para lo que viniera después. “Yo no tengo otra vida, soy Alaska permanentemente. No tengo una ropa distinta a la que llevo habitualmente, ni tengo una vida diferente. Por mis actividades soy un personaje público pero realmente soy así”. Personalidad y esencia, dos de los rasgos por los que ha sido elegida por Mahou Sin para su campaña “Con Mahou Sin, que bien sabe ser de Mahou”. Eso sí, reconoce que en casa no hace nada y no sabe hacer nada, como bien la enseñaron su madre y su abuela, “en cambio Mario tiene otra educación y limpia y cocina estupendamente”.
Nos confiesa Alaska que en algún un momento de su vida le cambió el biorritmo y pasó de ser muy noctámbula, que lo había sido desde niña, a levantarse muy temprano y tener que hacer todo por la mañana, “probablemente porque me levanto a las cinco, a los ocho de la tarde ya no soy persona. De forma natural rindo ya mucho más por la mañana que por la noche”. También ha cambiado sus costumbres a la hora de comprar, ya no viaja tanto a Inglaterra para traerse una maleta llena de singles, ropa y tinte para el pelo, “ahora lo tienes todo en internet y sabes que está ahí y eso me ha quitado mucha tensión. Creo que este sistema disminuye el hábito del consumo inmediato, lo que repercute negativamente en hacer que un disco, una novela o una película sea un éxito”. Actualmente prefiere viajar por el placer de acudir a algún evento, “quiero ir a Londres a ver una exposición de Allen Jones y me voy a ir de cabeza”.
Le gusta mucho reunirse con amigos y no le importa donde se produzca el encuentro, “cada posibilidad tiene su ventaja. Si es en casa controlo yo la situación, si es en la de otros, puedo elegir en que momento de irme y si es en un bar, aunque haya menos intimidad, es más divertido porque acabas encontrándote con gente que no estaba previsto y tienes otro entorno, con música, la compañía, el hecho de compartir. Beber es compartir, sobre todo el tema de las cañas, algo muy típico de Madrid”. Y con Alaska siempre es un buen momento para compartir una Mahou Sin y charlar. Una oportunidad para beber y conversar con una artista tan divertida y fascinante como entrañable y cercana.