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Almudena Cid, una vida de gimnasia rítmica

Hablamos con Almudena Cid, ex gimnasta rítmica que encuentra su hueco en el mundo de la interpretación.

Almudena Cid aún recuerda los calentadores negros con dibujos dorados que llevaba en los pies cuando empezó a hacer gimnasia. Recuerda el día a día de los entrenamientos y el gimnasio cargado de trabajo y esfuerzo. Y también recuerda el beso de Pekín en 2008 cuando terminó su carrera deportiva. Ex gimnasta olímpica, empezó en este mundo con siete años como una actividad extraescolar del colegio. Nunca pensó que llegaría tan lejos pero acabó participando en cuatro Olimpiadas.

Alegre y simpática, Almudena nos explica cómo fue esa etapa de su vida cargada de emociones, momentos buenos y obstáculos superados. En primera persona también revela como es la transición por la que pasa un deportista de élite cuándo se retira. Un momento muy duro para muchos de ellos pero que, si lo aprovechan, les puede servir de puente para iniciar una etapa nueva.

¿Cuándo vio que la gimnasia podía convertirse en su profesión? Siempre he sido una persona que no ha confiado mucho en sus capacidades. Después sí, pero al principio era una persona que creía que todas las gimnastas eran mejores que yo. Cada vez que mi entrenadora me exigía un ejercicio más creía que era porque me tenía manía y no porque realmente podía dar más. Siempre he pensado que no tenía tantas condiciones para la gimnasia, hasta que llegué a Madrid al equipo nacional. Me acuerdo que estaba haciendo primero de B.U.P. y me dijeron que me tenía que ir, y me despedí de mis compañeros y les dije: "Tranquilos, que seguro que en un mes estoy de vuelta". Y ya no volví más. Ahí ya me di cuenta de que sí tenía algo.

Gracias a la gimnasia ahora puedo afrontar los castings como actriz

¿Cómo se vive el ser la única gimnasta rítmica que ha participado en cuatro finales olímpicas? Pues es lo de menos. Lo que más me gusta de haber vivido en este deporte y en mi carrera tan prolongada es eso precisamente, haberla podido dilatar. Porque siempre se ha asociado la rítmica a un deporte de niñas y, de lo que más orgullosa estoy, es de haber demostrado que las mujeres tienen cabida en nuestro deporte y, sobre todo, que gracias a ser mujer y llevar años en este deporte haces un trabajo mucho más maduro y mucho más bonito.

¿Es más difícil compatibilizar el deporte con la vida personal que otro tipo de profesiones? Hay deportes que requieren muchas horas al día de entrenamiento, como el nuestro, que estás todo el día pringando. En la sincronizada, la rítmica, la gimnasia artística, estás completamente dedicada. En cambio, hay otros deportes que entrenan dos horitas a la mañana y dos a la tarde y ya está. Entonces, yo creo que esos deportes tienen más posibilidades que nosotros.

¿Qué obstáculos ha encontrado a lo largo de su carrera? La edad. He tenido que luchar contra la edad desde los 20 años, que me retiraban. Esa fue mi pelea y eso me supuso muchos obstáculos derivados en cuestiones federativas, intereses políticos, de todo, de todo... Era algo que yo no podía solucionar. Lo demás sí, competir bien, sí, enfrentarme, sí, salir anímicamente adelante de lo que me estaba pasando, también. Pero con la edad... Cambiar la mentalidad a nivel social de que nuestro deporte también podía ser de mujeres fue el mayor obstáculo que conseguí superar.

¿Ha tenido que renunciar a algunas cosas por su condición de deportista? He renunciado, sobre todo, a vivir junto a mi familia, que es algo que ya no voy a recuperar. Me di cuenta de que es una de las cosas que tienes que estar dispuesta a pasar. Por ejemplo, a mis padres sé que el hecho de que su hija, su niña, se fuera de casa, les apenó mucho, por eso yo intentaba ocultarles mis días malos, porque sé que para unos padres esto es difícil.

¿Cuáles cree que son las virtudes que tiene que desarrollar un buen deportista? Creo que la cabeza es fundamental, tener una capacidad de sufrimiento, tener el umbral del dolor alto. La constancia también es importante, porque de entrada el ser humano es cómodo. Y, entonces, ser constante en una rutina difícil, que cuesta mucho esfuerzo, es complicado. La constancia es algo que consigue que empieces a entender que tu rutina y tu esfuerzo son algo normal.

Cambiar la mentalidad de que nuestro deporte también podía ser de mujeres fue el mayor obstáculo que conseguí superar

¿Qué le llevó a abandonar el deporte? Principalmente, me llevaron a abandonar el deporte los dolores y, también, el hecho de saber que estaba en el mejor momento y que lo dejaba en el mejor momento de mi carrera. Yo tenía fijada la fecha de Pekín como el final de mi carrera, y creía que era muy importante decidir cómo, cuándo y dónde.

¿Cómo es su día a día? Mi día a día está muy enfocado a la interpretación. Desde que me retiré quería buscar algo que llenara el hueco que me dejó la gimnasia y me di cuenta que una de las cosas que más echaba de menos era trabajar y entrenar algo para luego enseñárselo a los demás. Estando en mi casa eso no lo conseguía y busqué unas clases de interpretación. Ahí descubrí que me gustaba emocionarme y emocionar a los demás, que era lo que llevaba haciendo toda mi vida. Descubrí que eso no es que fuese a llenar el hueco que me dejó la gimnasia, pero creo que se acerca mucho a sensaciones que me gusta vivir.

¿Cambia mucho su vida después de retirarse? Sí, porque empiezas a echar de menos tu rutina diaria. La rutina es tu zona de confort, y cuando lo dejas no tienes a tus compañeras, a tu entrenadora (que ejercía casi de madre), no tienes tus días libres después de haber estado agotada toda la semana... O sea, cuando llegaba un domingo después de seis días de entrenamiento era la bomba y lo disfrutabas mucho más que yo ahora cuando llega el fin de semana. Cambian muchas cosas y, sobre todo, tienes que empezar a entender la vida sin la gimnasia, sin aquello en lo que te sentías tan competente y tan válida. Tienes que volver a creer en ti, de otra manera, y eso es muy difícil.

Echando la vista atrás, ¿cómo recuerda todo su pasado como deportista? Si lo define una palabra es “luchadora”, porque me siento feliz de mirar atrás y ver que he sido una tía peleona, que se encontró con un muro y lo rompió con la cabeza. Echó la vista atrás y veo que ha cambiado la mentalidad en nuestro deporte gracias a mi hazaña, por decirlo de alguna manera, a mis ganas de demostrar. Ahora, por ejemplo, las gimnastas se retiran mucho más mayores y eso es precioso.

¿Tendrá siempre el deporte un lugar importante en tu vida? Sí. Me he empeñado durante mucho tiempo en despegarme de la “Almu” gimnasta y he sido incapaz. Mira que he puesto todo el empeño: “No, ahora voy a ser actriz y reniego de mi pasado como gimn...”. No, no puedo renegar, es que gracias a la gimnasia ahora puedo afrontar los castings como actriz, porque me enfrento a un jurado y es algo que llevo haciendo toda mi vida. Con lo cual, cuando me encuentro en un casting en el que vienen otras tropecientas chicas a por ese puesto, pienso como deportista, soy la que quiere intentarlo, intentarlo y conseguirlo. Y eso me nace porque he tenido una vida como deportista. La disciplina que tengo o el respeto con los compañeros y con el equipo también es gracias al deporte. Me he dado cuenta que no tengo que despegarme de todo eso, sino todo lo contrario.