Nació como François-Marie Arouet pero ha pasado a la historia como Voltaire, un apodo que cuyo origen es un tanto enigmático y para el que se ofrecen conjeturas e hipótesis de lo más variopinto, desde el nombre de una vieja propiedad familiar, hasta la abreviatura de su apodo escolar, le volontaire -el voluntarioso-, o de un anagrama formado por las letras que integran la frase Arouet le jeune. Sea como fuera, fue y es uno de los intelectuales más representativos y relevantes de Francia y del mundo.
Aventurero en los asuntos amatorios y suelto con la pluma, la vida de Voltaire fue un continuo combate. Primero contra su padre, que lo quería jurista; después contra un sinnúmero de enemigos contra los que volcó con entusiasmo y vehemencia toda su sátira y su desprecio.
Dio dos veces con sus huesos en la Bastilla, la primera a los 22 años, y tras su segunda estancia, se ganó un destierro inglés que le valió el contacto con el empirismo de Locke, la física de Newton, la literatura de Swift y Pope y un montón de procesos revolucionarios que se vivían al otro lado del Canal de la Mancha. Defensor de la tolerancia y la libertad, no alcanzó a entenderse con Montesquieu ni Rousseau, otros dos exponentes, junto a él, de la Ilustración.
Voltaire, como ningún otro filósofo de la Ilustración, preludia con su obra la ideología y los hechos que más tarde acabarían con el Antiguo Régimen, con la indolente aristocracia monárquica y con el clero y sus canonjías que comandaban una inamovible dictadura espiritual de la Iglesia sobre el hombre. La corrupción feudal era el sostén de Francia y de toda la Europa en el siglo XVIII, y ahora comenzaba a derrumbarse con Voltaire como dinamitero.
Posiblemente no haya habido en el mundo contemporáneo hombre más censurado, difamado, condenado y maldecido que Voltaire. Quienes se han propuesto históricamente reivindicar su nombre han tenido que enfrentarse a los muchos enemigos que provocara la Ilustración, su ingenio, su atrevimiento, su irreverencia y su sarcasmo. Los temibles enemigos que ayer lo recluían en la Bastilla, ordenaban su exilio y la quema de sus libros y que hoy pretenden condenarlo al imposible destierro del olvido.
A pesar de que nadie ignora su faceta cínica y antirreligiosa, pocos saben que, al final de su existencia volvió al seno de la Iglesia católica a la que en vida tanto había combatido. Nadie mejor que él mismo, a través de algunas de sus sentencias recogidas a continuación, para exponer su pensamiento.
Algunas de sus frases célebres
- 1
"El orgullo de los mediocres consiste en hablar siempre de sí mismos; el orgullo de los grandes hombres es de no hablar nunca de ellos."
- 2
"Pensad por cuenta propia y dejad que los demás disfruten el derecho a hacer lo mismo."
- 3
"He decidido hacer lo que me gusta porque es bueno para la salud."
- 4
"No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo."
- 5
"Decimos una necedad y, a fuerza de repetirla, acabamos creyéndola."
- 6
"No ser bueno más que para sí es no ser bueno para nada."
- 7
"Quienes creen que el dinero lo hace todo terminan haciendo todo por dinero."
- 8
"El agravio es la razón de los que no tienen razón."
- 9
"La civilización no suprime la barbarie; la perfecciona."
- 10
"Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable."
- 11
"Las lágrimas son el lenguaje silencioso del dolor."
- 12
"La providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida."