Se interesó por España cuando visitó la todavía pintoresca Torremolinos en su viaje de novios. Acababa de casarse con lady Sara Strickland, él, un humilde muchacho de pueblo, hijo de un maestro de secundaria. Corrían los años cincuenta y encontró un país pobre, traumatizado, aislado, sin conexiones culturales con su entorno, un país que parecía fuera de Europa, sumido en la atmósfera opresiva de la España de Franco. Y sorprendido se preguntaba cómo un país hegemónico en el siglo XVI había podido caer a ese nivel. Por entonces estaba estudiando los precios del cobre en Ámsterdam en el siglo XVI. Así nació su pasión por la historia contemporánea española.
Licenciado en Historia y doctor en Letras por la Universidad de Oxford, Sir Raymond Carr era mucho más conocido en España que en su propio país. Detestaba el calificativo de hispanista a pesar de que era uno de los grandes hispanistas, el hispanista de los hispanistas británicos. Prefería definirse como un historiador que fue capaz de transformar la manera de escribir la historia de España y hacer que los españoles percibieran su propia tierra como un país normal, libre de excepcionalidades y romanticismos esencialistas, el historiador que cubrió el vacío que los historiadores españoles no pudieron llenar durante el franquismo. Carr rompió con la imagen romántica de Richard Ford, incluso con la de Gerald Brennan, la de un pueblo sano con un gobierno podrido. Comprendió que nuestra quintaesencia no estaba en las corridas de toros, ni en los bandoleros, ni en la Guardia Civil ni en los anarquistas. Como Napoleón, creyó que los españoles eran personas como las de cualquier otro lugar de Europa. Carr no era un romántico, no estaba enamorado de España, era un historiador, un científico desapasionado, interesado en las estadísticas, las comunicaciones, el clima, la iglesia, la población. Y así se convirtió en una referencia ineludible en el estudio de la España de los siglos XIX y XX.
Prueba de la excelencia de sus estudios sobre la Historia de España fue la concesión en 1999 del Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales, una recompensa a trabajos como España 1808-1939, Estudios sobre la República y la Guerra Civil española o Historia de España. El jurado destacó que sus trabajos sobre la historia de España de los siglos XIX y XX habían renovado los estudios sobre la modernización contemporánea, convirtiéndose en modelos de investigación. El acta del galardón también destacó que la obra de Carr aportaba una visión global a la historia contemporánea, que había ayudado a ver la historia española dentro de su contexto europeo y contribuido a la mejor comprensión tanto de la Guerra Civil como de la transición a la democracia.
Algunas de sus frases célebres
- 1
"¡Soy un ateo comprometido, por el amor de Dios!"
- 2
"Odio la palabra hispanista, como si un historiador de España tuviera que tener dotes psicológicas, casi espirituales, para penetrar en el alma de España y todo eso."
- 3
"Había que estudiar la historia de España como la de cualquier otra nación europea de importancia similar. España no es un caso excepcional."
- 4
"El problema de la organización territorial de España tiene una relación compleja con otro problema histórico, la pobreza del Estado."
- 5
"Siempre he temido el mesianismo en la política española."
- 6
"Mi padre era un maestro, y tuvo un sueldo adecuado, casa gratuita, pensiones, pudo montar una modesta biblioteca, y costeó mi educación en Oxford. En España, como dijo Pablo Iglesias, los maestros forman parte del proletariado."
- 7
"En el siglo XIX, España tenía un sistema de educación primaria mucho más avanzado que el de Inglaterra, pero faltaban los recursos financieros para soportar este sistema."
- 8
"No se puede atribuir a Franco acciones de gobierno importantes más allá de su obsesión por el orden público y la política exterior."
- 9
"En mi primera visita a España me encontré con una pobreza del Estado que se reflejaba en el país. Ahora es una sociedad donde hay una importante clase media. España aparece en las estadísticas como un país rico."