Cuando María Patricia Plangman nació, hacía cinco meses que sus padres se habían divorciado. Pasó su primera infancia con su abuela Willi Mae, escocesa, muy práctica y con un gran sentido del humor, quien le inculcó el amor por la lectura. Parece que casi nada más hubo agradable en su vida. Especialmente tortuosa fue la relación con su madre, que llegaría a contarle cómo durante su embarazo había tratado de abortar ingiriendo aguarrás. No había cumplido 10 años. Un buen día su madre decidió quitar a su hija de la apacible Fort Worth y llevársela a Nueva York.
Por entonces, Mary Coates había vuelto a casarse, esta vez con un señor dominante que Patricia no tragaba llamado Stanley Highsmith. Es lógico que la pobre chica se refugiase en sus libros para encontrar un mundo paralelo en el que esconderse de la sociedad. Como siempre había sentido atracción por lo patológico, sentía fascinación por el psiquiatra Karl Menninger y su La mente humana, y también por los relatos de Poe -que fundó el género detectivesco cuando creó al inspector Auguste Dupin en su cuento Los crímenes de la calle Morgue-, y por las novelas que sobre el brillante Sherlock Holmes había escrito Arthur Conan Doyle. Esa pasión por la lectura pronto pasaría a la escritura.
Después de estudiar Lengua y Literatura inglesa en el Barnard College, donde se graduó en 1942, Patricia comenzó a escribir profesionalmente para varias editoriales de cómics, entre ellas Timely, el antecedente de Marvel. A pesar del trabajo, siguió escribiendo relatos como el que empezaría a escribir el 23 de junio de 1947, Extraños en un tren. Poco antes había adoptado legalmente el apellido de su padrastro y empezará a usar la identidad por la que todos la conocemos: Patricia Highsmith.
Extraños en un tren fue su presentación literaria y todo un bombazo, sobre todo, cuando fue llevada al cine, con un guión en el que colaboró nada más y nada menos que Raymond Chandler, bajo la experta dirección de Alfred Hitchcock. Pasados los treinta le llegó otro de sus precoces éxitos, A pleno sol, la primera de una saga de novelas de violenta prosa que gira alrededor del amable, agradable y completamente amoral Tom Ripley, un personaje con los mismos desafectos en la infancia que su autora, y que acabaría por convertirse en su seña de identidad más reconocida.
Entre uno y otro éxito había escrito El precio de la sal, una novela reivindicativa que mostraba, sin más ambages que estar escrita bajo el pseudónimo de Claire Morgan, un amor homosexual entre dos mujeres en el Nueva York de los años cincuenta. Una novela de amor perfecta, dijeron cuando se reeditó en 1991, esta vez con el verdadero nombre de su autora y su título original, Carol.
Ripley y Highsmith coincidían, también, en su odio a los humanos y su gusto por la soledad. Es cierto que amó a muchas mujeres y a algunos hombres, pero nunca consiguió ser feliz. Su carácter pesimista, inseguro, malévolo y autodestructivo le hacía pensar que el mundo es una basura, algo que vino muy bien para una de las propuestas narrativas más perturbadoras del siglo XX.
Algunas de sus frases célebres
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"Me interesa la moral, a condición de que no haya sermones."
- 2
"Tal vez lleve dentro de mí un impulso criminal grave y reprimido, pues de lo contrario no me interesarían tanto los delincuentes o no escribiría sobre ellos tan a menudo."
- 3
"Es aconsejable sincerarse con uno mismo antes de empezar a escribir. Como esto puede hacerse a solas y en silencio, no hay necesidad de falsas vanidades."
- 4
"No puedo escribir si alguien más está en la casa, ni siquiera la mujer de la limpieza."
- 5
"Lo que hace que la profesión de escritora sea animada y apasionante es la constante posibilidad de fracasar."
- 6
"Los buenos relatos breves se escriben exclusivamente con las emociones del escritor, y por lo general sus temas se expresarían de modo similar en un poema."
- 7
"Suiza es como un club: no todas las personas quieren ser miembros, pero para quienes quieren tener orden y desean vivir tranquilos, es el lugar ideal."
- 8
"Mi imaginación funciona mucho mejor cuando no tengo que hablar con la gente."
- 9
"Yo me dedico a crear debido al aburrimiento que me producen la realidad y la monotonía de la rutina y de los objetos que me rodean."
- 10
"Desarrollar la idea para una narración es un proceso de avance y retroceso, como tejer."
- 11
"Los temas no pueden buscarse o forzarse; aparecen."
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"Hay que proteger al libro mientras se escribe."
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13"Es sorprendente ver cuán a menudo una frase anotada en una libreta conduce inmediatamente a otra frase. Puede ocurrir que se desarrolle un argumento a medida que vas tomando notas."