Con 9 años ya había tomado sus primeras lecciones de solfeo de mano de su madre, que era pianista, y comenzaba entonces él mismo clases de piano; aunque su infancia y adolescencia estuvo marcada por sus estudios musicales, fueron la literatura y el periodismo los que sentía como vocación en su juventud e incluso participó en la fundación y edición de algunas revistas literarias; finalmente la música impuso su pentagrama y Manuel de Falla la asumió como vocación principal.
A finales de siglo y sobrepasada ya la veintena, se trasladó a Madrid donde continuó sus estudios de música e incremento su mundo social en el ámbito cultural; componía ya entonces sus propias piezas e impartía clases de piano para ayudar a la maltrecha economía de su familia.
Corría el año 1907 cuando Falla se trasladó a París y allí su universo cultural se iluminó con gentes como Claude Debussy, Maurice Ravel, Paul Dukas, Isaac Albéniz o Pablo Picasso; directa o indirectamente todos ellos dejaron su huella en Falla y en su obra, también en su modo de afrontar la creación y de alentar la creatividad. En los años siguientes, y hasta que en 1915 regresó a Madrid, viaja por Europa haciendo alarde de su talento en ciudades como Londres, Niza o Milán.
Ya en Madrid, como artista respetado y admirado, presentó sus obras en escenarios tan importantes como el Teatro Real, también en otros lugares de España como Barcelona y Andalucía, donde tenía sus raíces e incluso en Portugal. En 1920, mientras sus obras son interpretadas en París y Nueva York, él se traslada a Granada donde continuará componiendo. Coincidió por entonces con gentes como Fernando de los Ríos Y Federico García Lorca. Viajó de nuevo a París y Londres y coincidió nuevamente con Ígor Stravinski y Sergéi Diágilev, a quienes había conocido cuando sus Ballets Rusos actuaban en Madrid.
Falla viajó de manera constante tanto por España como por Europa e incluso cruzó el Atlántico, era por entonces un hombre de notable fama en su época, respetado y admirado por su talento musical.
Fue uno de los firmantes de una carta al presidente de la Segunda República, Alcalá Zamora, pidiéndole que detuviese la desenvagelización de España y mejorar el cuidado de las Iglesias; colaboró en la composición de un himno marcial para las fuerzas franquistas pero en 1939 se exilió, renunciando a la pensión que le ofrecía Franco si regresaba a España. Nunca lo hizo. Era ya un hombre enfermizo y pasó sus últimos años en Argentina al cuidado de su hermana, una vez muerto sus restos fueron trasladados a su Cádiz natal.
El amor brujo o el sombrero de tres picos junto a otras composiciones -óperas, zarzuelas y obras para orquesta, coros o voz- forman parte de su notable legado musical, una herencia sin la que la historia de la música española no sería la misma.
Algunas de sus frases célebres
- 1
"Yo creo que no debemos respetar nunca las ideas contrarias a las que profesamos. Debemos, sí, respetar a las personas que las sustenten, pero nada más."
- 2
"El individualismo es, en mi modesto sentir, una de las primeras virtudes que deben exigirse al artista creador"
- 3
"Error funesto es decir que hay que comprender la música para gozar de ella. La música no se hace, ni debe jamás hacerse para que se comprenda, sino para que se sienta."
- 4
"No se debe cambiar de opinión si no se puede cambiar de conducta"
- 5
"Malhaya quien nace yunque en vez de nacer martillo."
- 6
"La música no es sólo el arte más joven, sino tal vez el único cuyo ejercicio, si ha de ser eficaz, exige una completa juventud de espíritu."