¿A qué sabe una tierra centenaria, de cal, aromas y altitud? A los sabores del vino, porque así son las tierras vallisoletanas de las Bodegas Emilio Moro, miembro de los Espacios Gastronómicos de Rusticae. La historia de esta familia es la de la pasión por el cultivo del vino, el sacrificio y la capacidad de hacer realidad los sueños. Todo arrancó en 1932, cuando el fundador Don Emilio Moro nace y se planta el histórico viñedo de Finca Realso. Medio siglo más tarde, el heredero José Moro dedicó todos los esfuerzos económicos en dar un paso más y comercializar el vino de su padre hasta convertirlo en lo que es hoy: uno de los caldos más emblemáticos de España. Nos separan más de setenta años desde la primera vendimia, pero la filosofía de Emilio Moro sigue presente: "El vino es un arte, que si se sabe escuchar nos habla, nos dice cuando necesita un trasiego, cuando reposar”.
El secreto de sus vinos está en la composición y altitud de sus tierras: Realso, Camino Viejo, Valderramiro y Sanchomartin. Los primeros son la genética, el origen de todo y otorgan su nombre al vino más joven. Camino Viejo es el escenario de cultivo del Malleolus, por su complejidad, estructura y elegancia. En tercer lugar, Valderramiro, los más antiguos de la bodega (1924) y beneficiados por la potencia e intensidad aromática que le da la arcilla. Por último, Sanchomartin fue plantada en 1944 y es mayoritariamente caliza. Colores rojo cereza picota, olores a fruta negra, mora, arándanos, notas dulces de chocolate y café… cada uno de los caldos pone a prueba la sensibilidad del paladar.
Lo que las Bodegas Emilio Moro extraen de la naturaleza, intentan devolvérselo con el mismo cariño. Por eso invierten parte de la innovación de su proceso de selección en sostenibilidad y respeto por el entorno. Su programa de ahorro energético minimiza el impacto de su actividad, convirtiéndola en una bodega pionera que además, es confundadora del Instituto de la Viña y el Vino de la Universidad de León, que apuesta por una viticultura sostenible.
La visita a las bodegas recorre cada una de las partes del proceso de producción, empezando por unas instalaciones de tres naves donde se albergan los procesos de crianza en alrededor de 4.000 barricas de madera. Posteriormente, los vinos de pago toman forma en seis depósitos de cinco mil litros, del medio centenar con el que cuentan las instalaciones. Un espectáculo de tecnología viticultora. Y ojo, porque para conseguir uno de estos recorridos sólo es posible concertándolos previamente.
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