¡Ya es tiempo de castañas!, el fruto por excelencia en esta época del año. Son pequeñas, redondeadas, hermosamente brillantes, y todos los mercados la hacen sitio para concederlas un lugar privilegiado en sus puestos.
Las castañas contienen pocas grasas, son energéticas, saciantes, ricas en aceites vegetales, potasio, e hidratos de carbono. Asadas están deliciosas y las podemos encontrar en muchos puestos callejeros de la ciudad. El humo y el olor que desprenden siempre te invita a comprarlas. Coger un cartuchito de castañas asadas entre las manos es sentir calor inmediato en todo tu cuerpo, después pelarlas despacito para no quemarte y comerlas lentamente mientras caminas es un maravilloso ritual para combatir el frío.
La receta de castañas que hoy os traigo viene en forma de magdalenas suaves y esponjosas, con su punto exacto de humedad e increíblemente fragantes. Nada más hornearlas impregnaran tu casa de su personal perfume otoñal y al probarlas descubrirás un sabor que nada tiene que ver con lo que imaginas.
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