Los quesos azules son especiales, tienen ese no sé qué que gusta tanto aunque como concepto nos de reparo. La culpa la tiene el penicillium, un moho comestible que se da en los lugares húmedos y sombríos como las cuevas. El Roquefor, el Stilton, o el Forme D’Ambert merecen la pena. Tanto como los que se producen aquí, en España, en picos de Europa: el Cabrales, el azul de VAldeón, el Gamnéu, . Pero hoy nos vamos a utilizar para esta receta el italiano por excelencia, el Gorgonzola.
El Gorgonzola se elabora en el norte de Italia, en Lombardía y en el Piamonte, y bajo una Denominación de Origen que hace más referencia a su tipología que a su procedencia. Se hace con leche de vaca entera y pasteurizada a temperaturas que rondan los 30º. Se le añade cuajo y el hongo penicillium que le da ese color azulado o azul verdoso y ese olor y sabor característico. Los moldes se salan antes de ponerlos a madurar durante no más de 3 meses y en función de los meses de maduración el queso es “bianco” y sin moho, “dolce” ya un poco azulado, o “piccante”, el auténtico azul con todo lo que un queso azul debe de tener, ese que nos gusta a todos con un poco de pan o acompañando cualquier plato. O como postre con un poco de dulce. En cualquier modo y manera.
Un queso esquisto el gorgonzola, entre lo delicado y lo intenso, con un aroma siempre especial y que le da a las ensaladas, las cremas, las pastas o cualquier plato un espectacular sabor. Hoy el Gorgonzola lo preparamos en una tosta que te sorprenderá a ti y a los tuyos. Con pan gallego, berenjena, beicon, cebolla pochada, aceite de oliva, vinagre balsámico y hierbas aromáticas. Sencillo y genial. Deja que te guíe paso a paso y no dejes de contarnos lo mucho que te ha gustado.
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