Las leyendas y los cuentos, las historias sin probar ni confirmar pero que pasean de boca en boca y acaban por rodar de libro en libro, nos resultan a veces más dulces al paladar de nuestra curiosidad que la realidad de la que provienen. Historias como aquella de la enfermedad de María Estuardo…
Es famosa su frase ‘En ma fin gît mon commencement’ - ‘en mi final está mi principio’- que llevaba incluso bordada en algunas de sus ropas y lo es menos, pero mucho más usada, la frase del médico que la cuidaba en un momento en el que la salud le flaqueaba ‘María est malade’, dijo el bueno del doctor mientras trataba de alimentar a María a base de naranjas con miel… Y de la miel y las naranjas y aquel ‘est malade’ surgió el término marmalade… nuestra mermelada.
Claro que esto no es más que una historieta sin confirmar, que lo mismo el vocablo tiene origen romano –en el latín- así como la mermelada en sí lo tiene griego, pues fueron ellos los primeros, que sepamos al menos, que cocieron membrillos con miel y degustaron así las primeras mermeladas.
El caso es que van siglos de mermeladas en nuestra dieta y, de unos años a esta parte, con las grandes ventajas de las conservas y los conservantes pues, ya se sabe… hemos perdido naturalidad; de ahí que hoy lo gourmet, las verdaderas delicatessen sean la naturalidad más pura, como la de las Mermeladas El Ababol, por ejemplo.
Las mermeladas de El Ababol contienen un 60% de fruta –fruta entendido en el sentido más amplio pues incluye también hortalizas- y un 40% de azúcar; esto, dicho así, puede significar poco para los profanos pero si hacemos notar que las mermeladas envasadas que podemos encontrar en cualquier supermercado contienen entorno a un 35% de fruta, un 50% si son ‘extra’, además de añadir a su receta conservantes y pectina –además de la que ya lleva la propia fruta- la cosa cambia tanto que convierte a las mermeladas de El Ababol en una delicatessen; una delicatessen que se recrea en sí misma con las deliciosas combinaciones de productos frescos de la huerta y azúcar contenidos en sus tarros.
Mermelada de tomate y tomate verde, cebolla y cebolla con trufa negra, pimiento, calabacín con jengibre, pera y kiwi, moras de zarza, manzana al aroma del limón, plátano con chocolate, naranja dulce o amarga, chocolate con zanahoria, cereza, pera con higos o chocolate, albaricoque, arándanos, limón con manzana… y también mermeladas sin azúcar.
Las mermeladas El Ababol saben a huerto, agua y sol, a dulzura de azúcar y fruta madura porque se preparan con frutas de temporada, peladas, cocidas y envasadas artesanalmente, pero además, unen a esa tradición, naturalidad y artesanía, las nuevas ideas y los nuevos gustos, sin cesar en la búsqueda de maridajes mágicos que convierten sus mermeladas no sólo en las ideales sobre una tostada de pan sino en el toque perfecto de sabor para carnes, pescados y postres... sin duda, encontrarás el punto de sabor que buscas entre sus 32 variedades.
Las mermeladas buenas llegan hoy a tu mesa y tus recetas desde Foz-Calanda, en el Bajo Aragón turolense… de El Ababol.
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