De eso que la semana iba pasando con sus días. De esas semanas en que, alrededor del miércoles, miras el horóscopo aunque no creas en él. Nada iba mal, pero parecía que al mundo le faltaba una vuelta más para que lo bueno terminara de suceder. Llegados a este punto, te quedaba la opción de dejarte fluir espesamente por el calendario hasta que el viernes se viera como el gran cambio o hacer algo. Ese impasse, ese milímetro de respiro había que crearlo, porque la vida, esta semana, no te lo iba a presentar por sí sola.
Entonces que terminada la jornada, lo único que quedaba era ir a casa. Un poco de gimnasio, la cena y a ver si ya están subidos los últimos capítulos de la serie. Piensas en hacer algo diferente durante el camino de vuelta... pero éste está de viaje... aquella... que aún está en la reunión. Y las propuestas se van desvaneciendo semáforo a semáforo.
A regañadientes subes a casa, sí, jurándote que para la próxima tendrás que ampliar la agenda, que esto, así,... como que no.
Y te descalzas tan pronto cruzas la puerta y sin pensarlo, vas cumpliendo las rutinas. Pero algo en tu cabeza busca algo más. Un giro... Sales a tu terraza para quedarte observando el atardecer a ver si la imponencia de los colores te ayuda a cambiar el chip. Y, de repente, sucede algo.
El bar de enfrente parece el epicentro del mundo. Miras a la gente reír... charlar animadamente... y te encantaría formar parte de eso. Los observas un rato... y se te pega una sonrisa como si fueras parte de lo que estás viendo.
Estás a sólo unos pasos, con cruzar la calle estarías allí, te dices.
Y los segundo se convierten en debate entre un "cruzo o no" y gana el sí. ¡Has llegado a ver el horóscopo!, eso significa que realmente necesitas darle un giro al ánimo de la semana.
Al llegar, te instalas cerca de la barra y los demás tan contentos charlando de sus cosas, con sus copas de tallo alto en mano y una bebida que no puedes identificar exactamente qué es. “Lo mismo”, le dices al barman. Si los demás se lo están pasando tan bien, tal vez la alegría se te pegue y te haga olvidar de lo espeso que ha estado el día.
Y ahí ves que el barman, entre el “Hola-qué-tal-el día” coge el Ballantine's Finest, la copa de tallo alto, Ginger Ale, unas rodajas de lima y menta... La cara te cambia un poco... ¿Un whisky? Pero bueno, habías decidido que el día terminara diferente y te regañas con un “¿por qué no?”
Pruebas y... ¡ohhh! Las burbujas y el dulzor particular y cítrico del Ginger Ale combinan a la perfección con el Ballantine ́s Finest. Bien... parece que hacer las cosas de otro modo, va teniendo su recompensa.
El sol cae en la ciudad y aquellos que veías desde tu terraza siguen de risas; y anécdota va, anécdota viene, se acercan y te invitan a unirte. Mmmm... debate interno improvisado y vuelve el “¿Por qué no?” que te llevó a probar el Ballantine ́s Finest que te está encantando. ¿Querías algo nuevo? Aquí va doble ración.
Nueva charla, nuevas risas, gente nueva y un combinado nuevo, todo en un día que parecía que se te resistía. Si al final, lo que vale la pena es esto: lo diferente, lo refrescante y los nuevos modales.