Ésta es la historia de un romance, de un quererse que lleva a querer sorprenderse y eso, en un 14 de febrero, no parece asunto sencillo.
Porque las flores y los bombones, por más que gusten, no dejan de ser un regalo como de segunda mano de tanto como se repiten; qué decir de los corazones de todo porte, tamaño y color; de la joya de turno o una cena, y el viaje que nace como sorpresa y acaba por ser tan predecible como todo lo anterior.
La sorpresa este San Valentín puede venir de la mano de un brunch, esa costumbre europea a la que, a fuerza de despertar los domingos pasado el desayuno y no llegada todavía la hora de comer, hemos ido acostumbrándonos.
Y es que el día de San Valentín no se despierta uno al aroma del café sino al sonido del champagne al descorcharse. He aquí las sugerentes ideas de GH Mumm y Caritina Goyanes: al brindis de buenos días, con un brut rosé y el sol colándose a través de la ventana, le siguen crujientes bagels de salmón y crema de queso con rúcula; a continuación un bocado de tortitas recién hechas, con nata y sirope de caramelo, que nos llevan a los mini croisants y las mini napolitanas de tentador chocolate; y para cerrar esta degustación tan dulce y sensual, yogur con frutos rojos, dados de fresas silvestres y mango bañados en su jugo.
Para entonces no hay sentido ya que ocupe su lugar y, perdidos los cinco tradicionales, sólo nos queda dejar que sea el sexto el que tome las riendas del día.
Y no, no hay excusa para no rendirse a un bruch de champagne el día de San Valentín porque -por unos 75 euros- Six Senses te lo pone en casa, para que disfrutéis de un apasionado amanecer tardío.