Cuentan que ya en la antigua Grecia fermentaban un licor a partir de la caña de azúcar y que a Marco Polo le fuera ofrecido otro en Persia... pero el ron como tal, el fermentado y destilado de caña de azúcar, sabe a Caribe desde el SXVII.
Y desde ese SXVII y sus primeros licores, se gestaba en Cuba toda una escuela de maestros roneros a cuyos herederos en el saber artesano del ron se arrimó el Sr. Brugal, catalán de Sitges, un par de siglos más tarde; con ellos aprendió el como y de qué modo nace y envejece el ron, para marcharse a continuación a la República Dominicada y, en 1888, abrir las puertas de su idea, su proyecto y su ron.
1888. Un gran año, sin duda... fue el año de la primera película de cine de la historia y el del Miau de Galdós, el de La Casa Amarilla de Van Goh y el ataque de locura que le costó una oreja, el del gramófono de Berliner, el primer submarino de Isaac Peral, el año que recibimos a Pesoa, al gran Harpo y a TS Elliot... y también el año del primer Brugal.
1988. El centenario, un siglo de oro y ron cumplido que se celebró entonces con una edición que se antojaba irrepetible y que, afortunadamente, no lo fue pues, desde los 100, Brugal nos deleita con una edición anual limitada de su ron más artesano y auténtico.
Aquí está la última, un ron ambarino, perlado del aroma de la madera y absolutamente sustuoso y elegante en su sabor, calor y textura, características todas adquiridas en 16 años de envejecimiento en barricas de roble; mención aparte merece su presentación en botella ancha y con detalles dorados, como un clásico cognac francés, y en caja azul, el color de la realeza...
Desde Puerto Plata, en la República Dominicana, hasta tu hielo, tu cockail, tu fiesta, tus labios...