Shen Nung, hombre sabio de historia y de leyenda, conocedor de la necesidad del agua para la vida y de la vida oscura que se esconde a veces en el agua, instauró por real decreto oriental de los de antes la sana costumbre de hervir el agua para el uso y consumo humano, sin saber que tal mandado, más allá de su acierto en lo que a salud e higiene se refiere, facilitaría un descubrimiento histórico… el té.
Shen Nung, emperador de la etnia Han, mayoritaria en China, y miembro de pleno derecho ya de su mitología, en la que se entremezclan historia y leyenda como inevitablemente ocurre en países de tradición y existencia milenarias, estaba una tarde tumbado en el jardín, disfrutando quizá de la calidez del sol y una suave brisa de verano, quien sabe si a la hora del té... cuando percibió un agradable y reconfortante aroma, uno de esos que despiertan no sólo el olfato sino también el gusto que parece levantarse en rebelión exigiendo sentir tal aroma en la boca y no sólo en la nariz.
Quien se levantó entonces fue el sabio emperador, con curiosidad y cierta ansia, para descubrir que en los recipientes en los que se hervía el agua en cumplimiento de su orden y mandato, habían caído algunas hojas de plantas cercanas de cuya riqueza y utilidad no se había percatado nadie; observó como el agua se había tintado al hervir en ella tales hojas y pidió le sirvieran un poco para probarla ante la sorpresa general y, para la suya propia, no sólo le pareció delicioso el brebaje sino que al poco rato se sintió mejor, más despierto, animado, despejado...
Y así fue, según la leyenda más que la historia, como los chinos descubrieron el té, de la mano de la casualidad y de un emperador Han gracias al que hoy podemos disfrutar del té blanco, verde o de invierno, Oolong, negro o pu-erh... tés que continuan llegando directos a Europa desde las inmensas plantaciones asiáticas como desde que lo hacían a través de la Compañía de las Antillas Holandesas para disfrute general, y más de los ingleses, aunque esa ya es otra historia.
Nos quedamos hoy no con un té chino sino con una selección llegada de St Petersburgo a París... la de Kusmi Tea, el que fuera el té de los zares hasta la Revolución Rusa, momento en que la firma se trasladó a París donde, con más de 140 años de historia, continua abierta a pie de calle... y online.
De la selección de tés de Kusmi, además de las célebres denominaciones rusas en honor a sus zares, zarinas y San Petersburgo, sorprenden sus sugerentes mezclas... té negro sazonado con chocolate y especias o ahumado, earl grey con bergamota o con limón, té verde con jazmín... o con pétalos de rosa; y también sus clásicos envases de evocación rusa que recuerdan, en su envase más grande, a los frascos de las antiguas boticas.
En frasco de un kilo, lata de 250gr o de 125, a granel, las clásicas bolsitas de té en caja, o las de muselina... aromatizadas por el té chino que tú elijas, el que incite más a tus sentidos en su aroma y en su gusto... y ya tan solo queda que llegue la hora del té.
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