Todo empieza con una firma, la de Arthur Guinness estampada en un contrato de arrendamiento que caducaría 9.000 años después, en el año 10759. Muchas generaciones por delante tendría esta familia dublinesa para ejercer sus derechos sobre una fábrica de cerveza abandonada situada en St. James’s Gate, en aquella época no tan en el centro de la capital irlandesa como ahora.
Le cuesta la cantidad inicial de 100 libras, además de una renta anual de 45 que incluía el derecho al agua. Es una fábrica modesta, con solo un tanque de hervido, un molino, dos depósitos de malta y un granero para almacenar 200 toneladas de heno. Fue el comienzo de una de las firmas de cerveza más famosas del mundo: Guinness, hoy mítica.
Esta cerveza negra está de enhorabuena. Acaba de presentar '1759', una edición exclusiva premium que, además, será la primera entrega de la Guinness Series, una colección de cervezas de lujo en edición limitada. Su envasado se ha cuidado al detalle, con una elegante botella de tipo champán, en color negro satinado que vene en un estuche forrado de terciopelo negro.
Se han creado 90.000 botellas, con un precio de 28 € aprox. En su interior, 70 cl. de una cerveza única, en tanto que, aunque se ha empleado el mismo tiepo de cebada y de levadura que el habitual, se ha añadido un nuevo ingrediente: la malta que se usa en la elaboración del whiskey irlandés. El resultado es ambarino, con un delicado aroma a caramelo y un sabor algo dulzón al principio, con notas de lúpulo.
La firma ha creado un pequeño vídeo a modo de documental en el que narra la historia de esta edición limitada, que además recomienda servir en vasos diferentes a los habituales, más estilizados. Un toque de lujo que quiere llevar a cada aspecto de la cata de una Guinness tan especial.