Sí, en España se produce vino. Mejor, digamos, vinos. En plural. Buenos, deliciosos y de multitud de orígenes. Diferentes, inesperados y deliciosos. De Norte a Sur, de Este a Oeste. Blancos, tintos, rosados y cavas. También claretes, dulces o semidulces. El mapa enológico es extenso, tanto, que siempre existen infinidad de etiquetas que descubrir, catar y disfrutar. Pero fuera de nuestras fronteras, tampoco pinta mal. Para nada. Lo demuestra The Flying Cow.
Es el sueño de Andreas Kubach; tras 20 años en el mundo del vino, seis de ellos en Marqués de Griñón, decidió emprender su proyecto. Primero introdujo Winesave, un revolucionario sistema de conservación del vino que se basa en gas argón; luego, respondió a su constante frustración: la falta de buenos vinos internacionales en España.
De sus viajes a lo largo y ancho del mundo, traía etiquetas que compartía con amigos. Tras esas citas lúdicas, esas inolvidables cenas… cuando Andreas emprendía de nuevo el viaje, marchaba con una larga lista de encargos. Cansado de regresar cargado de cajas, decidió convertirse en el mejor embajador o enlace entre sus amigos bodegueros y sus amigos españoles. Y fundó esta genial idea.
La selección es muy pequeña –entre 6 y 12 vinos distintos– que varían periódicamente. Cuando uno se acaba es sustituido por otro. La autenticidad está detrás de cada botella así como una excelente relación calidad-precio. Esto es, entre los 10 y los 25 euros. Porque se trata de vinos interesantes para probar hoy, repetir mañana y divertirse con ellos. No tener, jamás, la sensación de que la botella de anoche no valía el precio que marcaba la etiqueta.
La filosofía de The Flying Cow no es otra que la diversión. Empezando por lo amena que siempre resulta una visita al jardín que ocupa Federica & Co. En la próxima, junto con las flores y algún plato de cerámica, nos llevaremos el vino.