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Hope Electric Bike. Las latas de sardinas también pueden ser eléctricas

En Hope no encontrarás nada más que aluminio, fibra de vidrio y diseño. Al menos en el exterior. Una preciosa y eléctrica lata con ruedas

En todos los ámbitos de la creatividad, existen diseños que no por sencillos dejan de ser meritorios, sutiles y/o apropiados. Es el caso de Hope, una moto eléctrica desarrollada por el diseñador industrial Samuel Aguiar a partir de un scooter eléctrico Vextrix Vx-1 por la simple metodología de enlatar -nunca mejor dicho- toda la maquinaria, ruedas incluidas,  en una estructura de aluminio y fibra de vidrio.

El resultado es muy años 50, muy futurista, muy extraño, muy de juguete de lata y, si fuera todo blanco, hasta muy Apple, lo que no niega el propio creador, al definirla como una mezcla entre un antiguo Porsche 356, un Iphone y un Pokemón. Es casi una escultura funcional, un ejercicio de diseño que ha llegado a lo simple desde lo complejo. Y por supuesto, esconde mucho más trabajo del que pueda parecer, no ya de diseño, sino de ingeniería práctica para esconder toda la parafernalia habitual de un scooter urbano en la estilizada figura de Hope.

Hope mantiene las excelentes especificaciones que hicieron del modelo polaco Vectrix VX-1 uno de los mejores scooters eléctricos antes de que cesara su fabricación, lo que significa que cuenta con un par instantáneo de 65 Nm, una velocidad máxima de 120 km/h y una autonomía que puede rondar los 280 km.

Para Aguiar fue complicado mantener la línea del Hope entre lo artístico y lo funcional, modificando la horquilla de una Suzuki GSF para que la parte delantera fuera completamente operativa, al tiempo que usaba llantas de 17 pulgadas en lugar de las originales más pequeñas, montando frenos de disco Brembo. También tuvo que redistribuir las baterías de ion litio que proporcionan la energía a Hope.

Ignoramos si en el futuro todas las motocicletas se parecerán a Hope o si por el contrario llegaremos a ver alguna vez algo parecido en nuestras calles. Sea comos sea, es posible que ya nunca volvamos a mirar una lata de sardinas de la misma manera.